Evenepoel voló. Las imágenes del ciclista visto por detrás, que nos ofrecía la televisión, mostraban una de las razones de su poderío en la lucha contra el reloj, su perfecta aerodinámica. Era asombroso ver cómo desaparecía la cabeza del corredor, cómo la espalda se cerraba en los hombros y acababa en el vacío. Parecía la secuencia de una película de terror gore”, con un corredor decapitado pedaleando sobre una bici. Además, por supuesto, de su potencia, constatada desde su etapa juvenil, cuando le llamaban míster 400 vatios.

Creo que Remco saldrá de este Tour muy fortalecido en su convicción de que es un hombre Tour, de que puede ganarlo, pero quizá este año no sea el suyo. No tanto porque no esté en su mano, sino porque ha dicho repetidas veces que un objetivo central de la temporada son las Olimpiadas de París, porque éstas se celebran cada cuatro años, mientras que el Tour cada temporada.

Las pruebas de ciclismo en París se disputan apenas una semana después de finalizar el Tour, y tengo la impresión de que en la última semana Remco va a levantar el pie, reservando fuerzas para la cita olímpica. Principalmente para la contrarreloj, a la que otros especialistas que no están disputando la ronda francesa, como el italiano Ganna y el británico Tarling, llegarán descansados y con ventaja, después de hacer una preparación específica, si Remco agota todas sus municiones y reservas en el Tour.

Remco Evenepoel, en la contrarreloj de la séptima etapa del Tour. EP

Es una sospecha derivada de sus declaraciones. Creo que en su debut en Francia quiere probar sus probabilidades futuras. Entre los dos principales candidatos, Pogacar estuvo mejor que Vingegaard, pero no de una manera decisiva, y nada está cerrado. Vingegaard irá creciendo y Pogacar, según pasen los días, puede acusar el stress, mental y físico, de exigirse el máximo desde el Giro. Roglic, a la sombra, es el posible tapado, al que quizá la historia le tiene guardada una oportunidad, si los otros fallan; la misma que antaño le arrebató por la mala suerte.

La etapa de hoy termina en Colombey les Deux Églises, una localidad por la que pasó el Tour de 1960, provocando una situación injusta, digna de conocerse y que habla de algo tan en boga como es el poder de los bulos, de la falsa información. En esa población está la residencia de La Boisserie, casa familiar de De Gaulle, y donde el presidente pasaba algunos fines de semana. Como era sábado, era posible que De Gaulle estuviera allí, así que el director de la carrera, Jacques Goddet, quiso averiguarlo. Le contaron que no solo estaba en su residencia, sino que aguardaba junto a su esposa el paso de la carrera, en medio de la gente. Entonces Goddet, de acuerdo con los principales corredores y sus equipos, decidió neutralizar la prueba al paso por esa población, para saludar solemnemente a De Gaulle.

Poco antes de que la neutralización fuera comunicada a los corredores, había uno que marchaba descolgado, Pierre Beuffeuil, porque tenía un problema en el eje pedalier y se quedó atrás, para que el mecánico del equipo se lo reparara. Cuando Beuffeuil llegó a Colombey vio la muchedumbre detenida, y al general De Gaulle, que descollaba una cabeza de todo el gentío, frente a al pelotón. Beuffeuil se detuvo como todos, y reemprendió la marcha al reanudarse la carrera. Lo hizo más tarde que el resto, porque en el lío extravió su bici entre el público. Le costó cuatro kilómetros, con su 53 x 14, como contaba, volver al paquete. Poco después, atacó, a falta de 35 kilómetros para la meta. Soplaba viento de costado, pero se sentía fuerte, y entró victorioso en Troyes con 49 segundos de ventaja.

Una victoria que pudo ser gloriosa para un modesto como él, adornada incluso con la combatividad contra la mala suerte, pero que otros se encargaron de minimizar. Goddet escribió en sus memorias que las vedettes del Tour estaban desmovilizadas tras el impacto de la visita del general, y que Beuffeuil se benefició de esa pasividad. Peores fueron las declaraciones del campeón de Francia, Henry Anglade, que dijo en la televisión que Beubeu (Beuffeuil), no se había detenido en Colombey frente a De Gaulle. Y todo el mundo creyó esa versión dicha por una estrella en la tele, que se impuso como un rumor. Y Beuffeuil quedó como un tramposo. Los periodistas de la época tampoco cumplieron su labor, como señalaba enfadado Beuffeuil, porque no escribieron la verdad. Prefirieron el bulo, porque era más noticiable, más gracioso, vendía más, aunque fuera mentira. Aún hoy, Beuffeuil, que a sus 89 años rueda 8.000 kilómetros cada año en su bici, se muestra resentido, y necesita volver a contarlo. Y necesitó volver a Colombey para mostrar a su esposa, como si ella también dudara, cómo sucedió todo, dónde se detuvo para ver a De Gaulle, en qué pared dejó su bici, para sumarse al público. En 1966 venció escapado en otra etapa del Tour, en Loiret, un triunfo que quedó eclipsado por el “affaire” De Gaulle. Nunca pudo borrar el estigma de tramposo. También tuvo que negar otra falsedad periodística, la que ponía en su boca que siempre había votado a De Gaulle. “No, nunca le voté, estaba demasiado a la derecha”. Con saludos desde el Tour para Julian Assange.