Las praderas, alfombradas por el fulgor verde, exuberante, recibían por un lengua de asfalto viejo a la fuga, que se fue marchitando. En las faldas de Krvavec a los escapados les fue alcanzando la angustia de saberse devorados. La ascensión, con las herraduras retorciéndose, invocaba a los mejores.

Un lugar para agrietar egos y desenmascarar a los impostores que ponen cara de póker pero están a un chasquido de descubrir su vulnerabilidad. Lo supo ver Pello Bilbao, que a todos les arrancó la careta con una victoria repleta de sabiduría. Sabía el gernikarra que era el más jerárquico de todos.

“Sentí la responsabilidad. Me consideraban quizás el favorito. No es fácil trabajar cuando todos los ojos están puestos en ti. Pero de todos modos tenía mucha confianza”, analizó el gernikarra. No se equivocó. Pello Bilbao, que afila el Tour en las aristas de Eslovenia, señaló al cielo de Krvavec para dedicarle la conquista a Gino Mäder, que falleció hace un año en el Tour de Suiza.

El vizcaino honró su memoria en un desenlace repleto de intriga, a cámara lenta, entre Paul Double y Giovanni Aleotti, el líder, en una empalizada que sublimó el esfuerzo. “Para mí era importante ganar porque quería dedicar la victoria a Gino”. Amigos para siempre.

Pello Bilbao festeja la victoria en el podio. Bahrain / Sprint Cycling

Un rampón formidable que impulsó a Pello Bilbao a su primer triunfo del curso, el 17º de su palmarés. Su anterior victoria databa del Tour de Francia, cuando cinceló su nombre en Issoire, un lugar para siempre en el recuerdo del gernikarra. Aquel día también dedicó el logro al recuerdo de Gino Mäder. Krvavec, el techo de Eslovenia, bendijo al gernikarra, protagonista durante la ascensión.

Pereció la fuga en un puerto que reclamaba ciclistas alados, escaladores puros, o al menos que se asemejaran a ello. El cielo, animado con nubes blancas, acogía un sol que fijaba siluetas en una subida que en su final se funde con una estación de esquí. No había remonte ni telesillas, solo esfuerzo y rostros lacónicos.

Se fue decapando el grupo. Caían virutas de pena. Aleotti, el líder, era una isla sin puentes por los que llegara ayuda. Ninguno de sus compañeros soportó la ley de la gravedad. Un hábitat ideal para Pello Bilbao.

Gestionó de maravilla el gernikarra la subida, que mezclaba las herraduras que no dan suerte, con algún que otro descansillo. Se trataba de hacer equilibrios. Esa es una de las cualidades del gernikarra, firme pero dúctil y maleable. Inmejorable su capacidad de adaptación y de aprendizaje.

Segundo en la general

Pello Bilbao, al que le gusta aprender con cada pedalada, sabe interpretar de fábula las corrientes internas de la carrera, como los zahoríes que encuentran el agua bajo tierra. El vizcaino, además, es muy consciente de sus fortalezas y debilidades.

Eso le fortalece. Le hace mejor. Le convalidó una victoria que le fija segundo en la general, a una docena de segundos de Aleotti, al que batió en el muro definitivo. Pello Bilbao, con más reprís, desvencijó a Double, al que dejó que se llenara de esfuerzo, y Aleotti, que no tiene la capacidad de Pello Bilbao, un ciclista de mayor rango.

El gernikarra caminaba cómodo en las entrañas del grupo, que iba adelgazando. La dieta de la montaña, que no alimenta, precisamente. Mikel Bizkarra, escalador liviano, también mantenía el tipo. El paso lo alteró la orden de Pello Bilbao, que dispuso a Zambanini a fijar otro ritmo, con aire más marcial. Resistía Aleotti. Se asfixió Narváez. El gernikarra apretó un poco más la corbata y el ahogo atrapó a la mayoría.

Remate perfecto de Pello

A su rueda jadeaban Aleotti, el líder, y el eterno Pozzovivo y su pedaleo de la dos menos diez. El trío ganó unas brazadas, suficientes para bailar la victoria. Pello Bilbao invitaba a Aleotti a dar relevos. El líder no quería porque se temía el final. Lo visualizaba. No obstante, el gernikarra supo involucrar a Aleotti en su causa.

Pozzovivo, ajeno a ese diálogo, permanecía en un segundo plano. Así avanzaron, entre acelerones, amagos y cierto racaneo. Double llegó desde atrás. Pello Bilbao le abrió la puerta, le invitó al festín. El inglés, entusiasmado ante la posibilidad de victoria, se cebó. Era el señuelo de Pello Bilbao, el anfitrión que manejaba el joystick de la carrera.

El gasto de Double era su ahorro. Necesitaba esa energía para el último escalón. Midió la distancia el gernikarra, agarrado de abajo, esprintando, para dejar atrás a Double y Aleotti. Apuntó al cielo. En nombre de Gino. Pello Bilbao hace cumbre en Eslovenia.