En el Giro de Italia, la etapa de ayer se vio mutilada por la meteorología. La nieve impidió a los ciclistas recorrer los muy complicados 70 primeros kilómetros. Y seguro que los hombres rápidos del pelotón agradecieron tal circunstancia, ya que evitaron así tener que formar el clásico grupetto de cola. En su día también se denominaba “autobús” a ese nutrido grupo de velocistas y corredores desentendidos de pelear por el triunfo que pierden contacto con los favoritos a las primeras de cambio y se centran en completar juntos la montañosa jornada, a un ritmo asequible pero constante y machacón. Porque en el famoso grupetto, a diferencia de lo que muchos puedan pensar, no se va de paseo. Ni mucho menos. Existe ahí un objetivo común: llegar a meta dentro del control. Y para ello hay que apretar. Bastante además.

Todo un arte

Como podrá imaginar el lector, quien firma estas líneas no ha integrado ni integrará nunca ese pelotón trasero que se forma durante las etapas más duras. Pero un servidor sí ha leído al respecto a auténticos expertos en la materia, ciclistas que han convertido en arte aquello de descolgarse calculadora en mano para sobrevivir en carrera y poder tomar la salida al día siguiente. Cuentan esos corredores que las subidas no son para descansar, pero sí para adquirir una velocidad de crucero que todos puedan asumir, porque la unión hace la fuerza y no conviene perder efectivos por el camino. Y explican igualmente que, mientras en el llano toca acelerar de lo lindo, las bajadas son para arriesgar. Es entonces, en los descensos, cuando incluso se recorta tiempo a la cabeza, pudiendo residir ahí la clave del éxito final. Se trata de una pelea oculta, alejada de los focos y de las cámaras, que se da unos kilómetros más atrás de todo lo mostrado en televisión. 

Accidente en la etapa reina

Jenthe Biermans (Geel, Bélgica, 1995) es un ciclista del Arkéa con perfil de clasicómano y una muy buena punta de velocidad. Se plantó en la salida del presente Giro dispuesto a probar sus piernas en los esprints masivos, tal y como acreditó en la tercera etapa siendo cuarto tras Merlier, Milan y Girmay. Después no volvió a figurar en una llegada masiva. Pero posiblemente tuviera la esperanza de que la montaña eliminara de la ecuación a varios velocistas de cara a la tercera semana, de ahí que afrontara la jornada del domingo desde la mentalidad antes descrita: grupetto y a sobrevivir. La táctica era la ya comentada, sufrir de forma contenida cuesta arriba y apretar después, un planteamiento que a Biermans pareció truncársele bajando el Mortirolo. “Calculé mal en una curva. Culpa mía”. Salió despedido por encima del pretil y cayó por un barranco de entre 25 y 30 metros de profundidad. “Sentí pánico”.

Llegó a meta

El miedo del ciclista belga vivió su pico durante los escasos pero eternos segundos en los que caía casi al vacío. “Fui dando vueltas hasta que me frenó un árbol”. Esas “vueltas”, golpes incluidos, le hicieron perder la radio, por lo que quedó incomunicado. Pero tuvo la suerte de que Gianni Meersman (director deportivo del Alpecin) y varios ciclistas del Intermarché le vieran precipitarse por el barranco, parándose alarmados en la cuneta. “Buscaron, pero no me vieron de inmediato. Quedé a mucha profundidad”. Entre lo que Biermans pudo trepar y lo que le ayudaron los demás, el corredor del Arkéa regresó a la calzada, completó sobre la bici los 60 kilómetros que restaban hasta meta y llegó a Livigno dentro del control, a casi 47 minutos de Pogacar. Cuando tras la jornada realizó a Sporza las declaraciones aquí reproducidas, mantenía la esperanza de no sufrir lesiones y poder seguir hasta Roma. Sin embargo, una fractura en un pie le impidió ayer tomar la salida. Vuelve a casa con un buen susto bajo el brazo.

POGACAR, SU NOVIA Y LA PRIMERA CITA ENTRE AMBOS. Tadej Pogacar dejó el Giro de Italia sentenciado (si no lo estaba ya antes) mediante su contundente victoria en la etapa del domingo. El esloveno es un corredor especial, por el nivel deportivo que acredita y también por los impulsos que le llevan a competir como lo hace. Dentro de un ciclismo cada vez más medido y controlado, da muchas veces la sensación de que corre para divertirse... o, por ejemplo, para lanzar guiños a su novia, la también ciclista Urska Zigart. El caso es que la jornada del domingo terminaba en Livigno, zona muy frecuentada para concentraciones en altitud, y fue allí donde Pogacar y Zigart tuvieron su primera cita como pareja. Lo explicó la 'maglia' rosa tras lograr el triunfo: “Es un lugar especial para nosotros y quería ganar aquí”.

¿MEJOR EN OTOÑO? LA ÚLTIMA BATALLA EN EL STELVIO, EN OCTUBRE DE 2020. Que el Giro 2024 no iba a subir al Stelvio se sabía desde hace una semana. Ayer, llegado el día D, tampoco hubo opción de transitar una cima paralela y ubicada 300 metros más abajo. Se supone que finales de mayo, bien entrada la primavera, es una buena época para explorar grandes colosos, pero estos vienen resistiéndose en las ediciones recientes. La última batalla en el propio Stelvio (entre Hindley y Geoghehan Hart) tuvo lugar, curiosamente, en pleno octubre, durante el Giro 2020 retrasado por la pandemia. Y además la versión sub-23 de la ronda italiana, que se celebra en junio, también está pudiendo acceder últimamente a tan mítico puerto. Parece solo cuestión de días que la zona vuelva a resultar accesible, pero el calendario es el calendario...

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