La entrada del Tour en los Alpes nos ha brindado una etapa de gran ciclismo. Un verdadero compendio de todas las artes de este deporte. El equipo Jumbo planteó una etapa de desgaste brutal, hartos de que Pogacar le robara la cartera a Vingegaard, quitándole bonificaciones y algunos segundos, en escenarios de alta intensidad en corto espacio de tiempo, donde tiene más chispa. Desde el principio de la etapa puso a los ocho corredores en fila tirando del pelotón, no con el ánimo de impedir escapadas, sino de erosionar la fuerza vibrante del esloveno. Vaciando a sus gregarios en el camino hasta dejar a Vingegaard con Kuus y Van Aert en el Joux Plane. Cuando todo parecía presagiar un ataque del danés que rematara la faena, cambiaron las tornas y el UAE puso a Adam Yates al frente, con un ritmo que le dejó solo con los dos favoritos. Fue Pogacar el que atacó a falta de 4 km. Arrancó los cinco segundos de siempre, pero esta vez Vingegaard le mantuvo el pulso, y, poco a poco, terminó por cazarlo, para ganarle esta vez la bonificación que había en la cima. Solos, como en un duelo, ninguno quería tirar adelante, hacia abajo. Es lo que aprovechó Carlos Rodríguez, el joven andaluz, para lanzarse a tumba abierta, llevarse la etapa en Morzine y auparse al tercer puesto. Un manual de ciclismo: trabajo en equipo, ataques, contraataques, y técnica en descenso. Lo que más me sorprende de Carlos es su sinceridad y honradez. Declaró que no le gustó desplazar a Hindley del tercer puesto porque éste andaba mermado por una caída. El Tour sigue en tablas, pero yo creo que ayer salió fortalecido Vingegaard, que resistió el reto.

El Joux Plane es un puerto durísimo. Armstrong declaró que en sus rampas había pasado su peor día sobre la bicicleta, cuando en el Tour del 2000, en una etapa como la de ayer, con muchos puertos, fue atacado desde lejos por Pantani, lo que obligó a su equipo a trabajar a fondo. El ataque final de Roberto Heras en el Joux Plane desnudó sus fuerzas, permitiendo que su gran rival, Ulrich, le quitara minuto y medio abajo, en Morzine. Al final ganó ese Tour, pero demostró que no era invencible. Heras le hizo sufrir tanto, que para contrarrestarlo le fichó para su equipo US Postal al año siguiente.

Estos días he experimentado tres alegrías gracias al Tour. La primera con las victorias de dos ciclistas de casa en sendas etapas, la de Peio Bilbao en Issoire, y la de Jon Izaguirre en Belleville. Ambas acompañadas por importantes y emotivos homenajes de los vencedores, lo que habla de su buen corazón. Peio dedicó la victoria a su amigo y compañero de equipo Gino Mader, fallecido dramáticamente al caerse en el descenso de un puerto en la pasada Vuelta a Suiza. Gino, que debía su nombre al gran Gino Bartali, por la afición al ciclismo en su familia, era un comprometido ecologista, que ante los desmanes del mundo actual, realizaba actividades ambientalistas en su país. Peio ha decidido continuar el modelo de Gino en el Tour, para plantar un bosque en su pueblo, Gernika. Dona un euro en cada etapa por cada ciclista que llega detrás de él. Jon tuvo la puntería de ganar en el cuarto cumpleaños de su hija Iraia, a la que dedicó llorando el triunfo, explicando la otra dureza de ese deporte, el tiempo que se pasa fuera de casa, y en el que uno se pierde tantas cosas bonitas.

La segunda, la noticia de que el corredor noruego Soren Warenskjold, del modesto equipo de su país, Uno-X, una joven promesa de 23 años, gran rodador y contrarrelojista, ha rechazado una suculenta oferta del UAE. Ha dicho que los Emiratos son un país que no respeta los derechos humanos, ni los de las mujeres, ni la democracia; y que prefería tomar una decisión éticamente correcta, porque el dinero no está por encima de todo. A veces nos escudamos en los males generales, en la impotencia para cambiar las cosas, pero mucha de la responsabilidad para que nada cambie está en las decisiones personales que tomamos. Hay que volver a la ética, guiarse por los principios en todo, sin esconderse en lo que hacen los otros, como Soren.

La tercera alegría fue el triunfo del polaco Kwiatkowski en el Grand Colombier. Kwiatkowski, es un gran ciclista que llegó a ser campeón mundial, y que se formó en Navarra, en las filas del Caja Rural. Pero mi simpatía por él tiene un arraigo más antiguo, se conecta con la que sentía de muy niño por otro gran ciclista polaco, de la entonces Polonia socialista, al otro lado del telón de acero, Ryszard Szurkowski. Szurkowski, ganó en cuatro ocasiones la Carrera de la Paz, en 1970, 1971,1973 y 1975, y el campeonato mundial en 1973. El final de la vida de Szurkowski fue terrible. Muchos años después de abandonar el ciclismo, seguía dándole a los pedales, y, mientras disputaba una carrera de veteranos en Alemania, sufrió una caída que le provocó graves lesiones en la médula espinal, que le dejaron tetrapléjico. Luchó por recuperarse como un jabato, como el bravo corredor que fue, sin conseguirlo, y murió en 2021. Yo también, como Peio y Jon, quiero hacer mi homenaje, a Szurkowski.