Pionera, Pauline Ferrand-Prévot (10 de febrero de 1992, Reims) no tiene límites. El mundo se le queda pequeño. Tal vez por eso los colecciona y los almacena para recorrerlos con una sonrisa ya sea sobre una bici de carretera, una de ciclocross, una mountain bike o una de gravel. Con todas se siente cómoda y disfruta y con todas ellas gana. Campeona del Mundo en todas las especialidades posibles, salvo la pista. Un registro que solo ella ostenta. El pasado sábado, en la región del Véneto, la ciclista francesa conquistó el Mundial de gravel, la modalidad que se estrenaba tras recibir la bendición de la UCI. Ferrand-Prévot no dejó pasar la oportunidad para conocer más mundo. Es inquieta. En Italia se puso la corona de una especialidad que es la mixtura de todas, un híbrido que empuja la industria de la bicicleta, otro nicho de mercado para experimentar paisajes y hacer negocio. No hay ecosistema que se le atragante a Ferrand-Prévot.

Antes de bautizarse con el arcoíris del Mundial de gravel, la francesa alcanzó la cúspide en el resto del catálogo ciclista. Una gesta que no tiene precedente. Ella es el camino. En su armario cuelgan varios Mundiales. Un arcoíris que todo lo abarca en los últimos años. Su recolección comenzó en la carretera. Insaciable. En 2014 se proclamó campeona del Mundo de ruta en Ponferrada. Fue la mejor en el esprint del grupo de favoritas al oro.

Apenas unos meses después, en enero de 2015, la francesa se adueñó de otro arcoíris. En esta ocasión en ciclocross. Ferrand-Prévot fue la mejor en el Mundial de Tábor (República Checa). La francesa se centró en la bicicleta de montaña, donde ha ampliado su latifundio. Es la dominadora en las carreras de bici de montaña, donde acumula éxitos desde 2014 hasta el presente curso. Se ha coronado en cuatro ocasiones (2015, 2019, 2020 y 2022) en la modalidad de campo a través además de vencer en la especialidad de relevos en varias ocasiones. Consumada su victoria en gravel, Ferrand-Prévot sigue coleccionando mundos.