Las etapas transcurridas por la Lorena francesa y los Vosgos, anteayer con final en Longwy y ayer en la cima de La Super Planche des Belles Filles, tuvieron al mismo vencedor, Pogacar. El ganador de los dos últimos Tours, el máximo favorito. Los comentaristas opinan que el Tour ya está sentenciado a su favor, sin embargo, yo no estoy tan seguro. Se le ha visto bien, pero tampoco ha mostrado una superioridad aplastante. En Longwy ganó en un sprint en subida a un grupo selecto, y en la Planche des Belles Filles doblegó en el último metro a Vingegaard, que había atacado a falta de 500 metros. Durante toda la subida a este duro puerto pareció reinar aquel sentimiento con el que Valdano describió el fútbol en determinados estadios, el miedo escénico. Nadie se atrevía a atacar al líder esloveno. Que no se escapara y llegara con sus rivales en un puñado de metros, quizá les haga perder a éstos el temor para atacarle, se sacudan de complejos, y así podamos ver una carrera más abierta.

Muchos campeones de las últimas generaciones de dominadores del Tour, Induráin, Armstrong, Froome, usaban este mecanismo de guerra psicológica, el miedo, para dar un golpe sobre la mesa en la primera etapa de montaña. Sacaban una buena diferencia y dejaban el Tour sentenciado. También lo hizo Pogacar el año pasado, mostrando una superioridad pasmosa en la primera gran subida, que luego ya no fue tanta en el resto de la prueba. Era una táctica que buscaba el miedo, que atenazaba a sus rivales, pero también basada en que con las fuerzas intactas se acusa más la diferencia de clase, que el cansancio luego va mitigando, igualando. Ayer Pogacar no lo hizo, por eso pienso que el Tour sigue abierto. Vingegaard estuvo fuerte, y Roglic, lo que me alegra mucho, parece plenamente recuperado de su caída, e irá probablemente a más. El recorrido de este año, muy duro, con mucha montaña en los Alpes y los Pirineos, hace que todo siga en el aire. Como decía la serie titulada El día menos pensado, grabada por el Movistar para mostrar los entresijos de un equipo profesional ciclista, en cualquier momento salta la sorpresa si los ciclistas mantienen el deseo del combate. Es lo que demostró Van Aert, con una locura de escapada, vencida in extremis, camino de Longwy. Fue dejando a todos sus compañeros de fuga, y mantuvo el pulso al pelotón, tirado por muchos equipos, durante cuarenta kilómetros. La media final, en más de 200 km, a 49,37 km/h lo dice todo.

Esa serie, El día menos pensado, me tiene enfadado y muestra la deriva inaprensible de los nuevos medios. Ha tenido 3 temporadas, 2020, 2021, y 2022. Yo vi las dos primeras, para lo que tuve que suscribirme a Netflix. Cuando ya pensaba que iba a poder ver todas las nuevas entregas en la plataforma, resulta que no, porque la última, de momento, sólo se puede ver en otro canal de pago. El mundo audiovisual es un territorio lleno de trampas, que sólo intenta capturar al cliente, que sólo es un negocio, donde la cultura o el deporte sólo son una excusa. Suerte que el Tour lo podemos ver en la ETB o en TVE, pero suerte, porque sólo es un asunto de fortuna, en cualquier momento pueden cambiar los criterios de negocio de las empresas y se acabó. Aún recuerdo un intenso debate hace años en el Parlamento en el que se llegó a aprobar que los grandes espectáculos deportivos iban a ser considerados de interés general y serían retransmitidos obligatoriamente por las cadenas públicas. Se aprobó, pero aún no existe esa lista.

Longwy es un nombre poco conocido, el de una ciudad industrial de la Lorena de unos 15.000 habitantes, sede a finales del siglo XX de una gran acería, Usinor. Vamos, como Hernani. En cuanto leí que era allí la meta, me asaltó su recuerdo. Fue un pueblo que protagonizó una de las más encarnizadas luchas obreras contra la crisis de la siderurgia en los 79/80. Tanto, que llenó las páginas de los diarios. Recuerdo que ocuparon fábricas, bancos, tribunales. Es lo bueno que tiene el ciclismo, que permite viajar, no sólo a los paisajes, no sólo de manera real con el fenomenal vehículo de dos ruedas que es, sino también con la memoria, catapultado por la historia de los lugares. Como yo he podido hacer gracias al recuerdo de mi Longwy leído en la prensa. Un viaje a la memoria que siempre es en presente, porque está vivo, un tiempo que es transversal, sin dirección, y que nos permite volver y vivir en él repetidamente, vivir así muchas vidas.

Termina la semana del orgullo LGTBI, y me sigue sorprendiendo que en el ciclismo son prácticamente desconocidos, inexistentes por secretos, los casos de corredores que se salgan de la regla heterosexual. Como en el fútbol. Seguramente deportes marcados desde abajo, desde la formación en las categorías inferiores, por una mala orientación, por la necesidad de lo viril, del macho, como condición necesaria para el éxito. Recuerdo mis años mozos, y si cualquier pulsión sexual era tildada de reprobable por unos entrenadores retrógrados, no me puedo imaginar su reacción si además hubiese sido una conducta fuera de norma. De aquellos polvos estos lodos.