Hay días que mirar la clasificación de la etapa no aclara nada. Primero, Tony Martin; segundo, Fabian Cancellara. ¿Una crono? No, era el segundo día por los Vosgos, una etapa de dos tercios de montaña y un tercio, el último, de bajada y llano hasta Mulhouse, cerca de la frontera con Alemania, donde inventaron los Panzer, máquinas de destrucción, y donde nacen tipos como Tony Martin, un tanque. Ganó la etapa aplastando. “Me he inventado una segunda crono en este Tour”. Hizo 155 kilómetros escapado. Y lidera la montaña. ¿Con 1,86 y 75 kilos? No hay quien entienda estas clasificaciones. Tony Gallopin, francés, 26 años, es el nuevo jersey amarillo.
Su novia Marion Rousse, vestido rojo y melena rubia, sabe lo que significa. También es francesa, ciclista y corredora del Lotto femenino. Cuando llegó a Mulhouse le dio un muerdo que casi le quita al aliento. En el beso iba el amor; en la mirada de la chica ciclista, la admiración.
Gallopin estaba en una nube. “No es posible”, decía ayer; “si de pequeño me dejaban atrás en todas las carreras”. Mezclaba sueño y realidad. De pequeño le enseñaron que no son lo mismo y que aprendiera a diferenciarlos. Que tuviese los pies en el suelo. Ayer estaba un palmo por encima. Como para no. El beso de Rousse, el Tour, el amarillo? ¿Soñaba? Su padre Jöel, exciclista -su tío es Alain Gallopin, director deportivo-, le abrazó y lloró. No quiso volver al suelo. Dio un brinco al podio y se puso el pijama. Hoy dormirá de líder. Sobre una nube.
De ahí viene. De las alturas. Antes que ciclista era obrero. Trabajaba arreglando tejados tan feliz. “Me gustaba. De no haber sido ciclista, estaría arreglando tejados”, dice. En la construcción se curra a destajo entre semana y se descansa los findes. Si fuese obrero, ayer, domingo, Gallopin habría tenido el día libre para que hiciese lo que quisiera.
Y no siéndolo, tratándose de un ciclista profesional que corre el Tour y sueña por las noches y pone los dos pies en el suelo bien firmes por la mañana porque sabe lo que hay, ya se lo dijo su padre de pequeño, que fuese realista y práctico y que a los pájaros de la cabeza también hay que darles de comer, soñó con un día libre de trabajo.
O, dicho de otra manera, que le dieran libertad para trabajar su sueño. Se lo dieron. A él y otros veintitantos. A Tony Martin también, que pasó de gremios y se hizo autónomo. Primero se asoció con Alessandro de Marchi y desde el largo Le Markstein, el primer puerto de primera del Tour, trabajó por su cuenta. Así llegó a Mulhouse. Solo. Se inventó otro crono en el Tour. Segundo fue Cancellara.
un buen compañero En el grupo del suizo estaba Gallopin, otro joven francés de amarillo, otra promesa, ¿otro muñeco roto? No se sabe, pero no lo parece. Viene de la construcción y sabe lo que es el trabajo duro en el andamio, los días de lluvia, el frío en invierno, el sol cayendo en picado en verano? Eso es una escuela de realidad. Como el ciclismo. También llueve, hace frío y se cuece la piel bajo el sol de verano, aunque no, de momento, en este. Y es también el deporte de la bicicleta, una escuela de compañerismo, de trabajo en grupo, de amistad, de hoy por ti y mañana por mí.
Gallopin suele decir que lo más importante del ciclismo es llevarse bien con los compañeros de habitación. Compartió cuarto las dos últimas primaveras en la temporada de clásicas con Markel Irizar en el Trek, y el guipuzcoano contaba después de que Gallopin ganara la Clásica San Sebastián del año pasado, que este francés no era tan francés. Que sabía escuchar, que atendía, que dejaba hablar y le gustaba aprender. Que era alegre y divertido, un enganchado de la Play Station que no falta nunca en su mochila, y que no se le iba la cabeza con cosas superfluas. Que era un tipo normal. Y que, por ejemplo, pensaba en jubilar su viejo coche ya agotado de tanto viaje por otro nuevo, pero que quería uno sencillito, un Skoda o algo así, nada ostentoso ni extravagante con el que no pudiera pasar desapercibido. Hoy, 14 de julio, día nacional francés, día libre en la construcción también, toda Francia le mirará a él, maillot amarillo del Tour.
“Puede que fuese un día relajado en cuanto a movimientos”, protestó Contador en meta cuando escuchó lo del día tranquilo que tanto enfurece a los ciclistas; “pero ha sido exigente, de mucho desgaste, de mucho vatio medio de gasto, de mucha media (40,8 Tony Martin; 8 minutos más el pelotón) y de mucho desnivel acumulado”. Y podría haber añadido para colmo, de lluvia, por supuesto, que no deja escapar al Tour, ayer, con tormentas intermitentes y cansinas.
Para no cansarse tanto dice el Astana que dejó que Gallopin cogiera el amarillo de Nibali. Le dio el día libre para que el italiano tuviera una tarde de descanso sin entrevistas, ni firmas, ni protocolo, ni antidopaje? Total, dos horas de desfile más que sus rivales para llegar al hotel.
“Una medida inteligente en un buen día para soltarlo”, aprueba Unzue, que habla de que hoy empieza otro Tour y que en La Planche des Belles Filles habrá una fotografía más real de cómo está cada uno de los favoritos, que todavía hay muchos, y de que en esa instantánea espera ver a su Valverde, como David López espera que esté Richie Porte, pero también Nieve, y Contador espera verse a sí mismo. “Ya veremos de qué manera”, dice el madrileño; “en función de cómo vayan las piernas, actuaremos”.
Y en función de cómo le vayan las piernas a Gallopin, podrá defender el minuto y medio de ventaja que tiene sobre Nibali. Hoy el francés no tiene día libre.