Lieja. "Durillo, duro", responde José Joaquín Rojas en la mañana de Lieja cuando le preguntan por la llegada de hoy en Seraing tras 178 kilómetros por la áspera geografía belga. La etapa es una pequeña clásica que incluye cinco cotas puntuables. Finaliza, imposible el sprint, en una subida de 2,4 kilómetros que tiene una media del 4,7 %. Ese porcentaje, de todas maneras, no ilustra la complicación de la llegada. Los últimos seis kilómetros son una emboscada de carreteras estrechas por donde no caben, imposible, los doscientos corredores del Tour. Los favoritos, pues, temen que la tensión y los nervios acaben por dinamitar el pelotón y recuerdan la caída de hace un año en la primera etapa de la carrera francesa que cargó con minuto y medio de retraso a Contador y Samuel Sánchez.

La misma subida, es una emboscada en sí misma. Tiene un kilómetro que ronda el 10 % y cerca de 400 metros que superan ese porcentaje. Al salir de ese muro, hay un tramo de 100 metros de pavés antes de asomarse a una carretera ancha y bien asfaltada cuya pendiente da un respiro pero va elevándose a medida que se acerca la línea de meta.

El final se ajusta como anillo al dedo a las cualidades de Peter Sagan, monstruoso en el Tour de Suiza, pero también a las de Alejandro Valverde, Philippe Gilbert o el propio Cadel Evans.

Seraing es un lugar de buen recuerdo para el ciclismo vasco. Fue meta de la primera crono larga del Tour de 1995 que arrancó en Huy y ganó Miguel Indurain, quien, además, se vistió de amarillo. El navarro sufrió para derribar la resistencia de Bjarne Riis, al que apenas le sacó unos segundos. Fue, seguramente, porque acusó el esfuerzo del día anterior camino de Lieja, la recordadísima etapa que ganó Bruyneel.