alain laiseka

como dicen que el que siente mucho habla poco, Alberto Contador apenas abre la boca, algunas frases sueltas cortas y sin relieve, saludos impersonales a discreción, en su breve estancia en Mallorca, que dura unas 24 horas, menos de un día. Llegó el sábado protegido por la luna y se marchó ayer, en el vuelo de las 21.00 horas a Madrid, donde hoy, en su casa, bien abrigado, aguarda el veredicto del TAS sobre el asunto del clembuterol que se prolonga ya desde el verano de 2010.

Parece contar todos esos días por la mañana, sobre las 8.00 horas, cuando camina solo y ensimismado hacia el restaurante del hotel Iberostar Playa de Muro, donde se aloja, para desayunar. Alguien que le detiene le suelta un "¿qué tal?, ¿cómo lo llevas?" que trata de sonar reconfortante y lo que logra es que al madrileño, que se esfuerza por sonreír, se le desorbite la mirada como si se zambullese en su reciente biografía y se hubiese puesto a contar: quinientos y pico días. Quisiera expresar muchas cosas, explotar y liberarse, expulsar eso que le corroe las entrañas como el óxido, pero como el que siente mucho habla poco, apenas dice nada, apenas pocas palabras. Solo pide "que pase esto ya".

Contador desearía sentir el alivio de Lance Armstrong unas horas antes, cuando la justicia americana cerró sin cargos la investigación por dopaje al heptacampeón del Tour. O, también, la liberación de Alejandro Valverde cuando el TAS se pronunció sobre su caso en 2010. Al murciano le castigaron 18 meses sin dorsal y, pese al dolor, reconoció haberse quitado un gran peso de encima, pues correr y ganar carreras amenazado siempre por la duda y la sensación de sentirse perseguido le estaba consumiendo.

Parece consumido Contador, cansado y tenso. No quiere hablar porque no sabría cómo decir todo lo que siente de una sola vez. Cuando baja del autobús negro, sin rotular, del Saxo Bank inicia un slalom maravilloso que se convierte en una huida selectiva: esquiva con arte las cámaras y los cuadernos garabateados de los periodistas, pero se detiene frente a cada una de las cámaras y los cuadernos de los aficionados. Posa y firma autógrafos hasta que la carrera acaba al pie del podio plantado en el paseo marítimo de Palma. Es domingo y la gente camina despreocupada y abrigada. Ha nevado por la noche como muchos mallorquines dicen no recordar y ahora el sol trata de barrer todo ese frío.

Contador, elevado en el púlpito, siente que le llega el calor. Recibe una ovación colosal. En el aplausómetro supera a Valverde, Cobo, Evans o los hermanos Schleck, que ya han pasado anteriormente por ahí. Le presenta Juanmari Guajardo, speaker, la voz del ciclismo, que no puede evitar estremecerse al ver tan de cerca el rostro de Contador. Su piel la ha oscurecido el verano argentino, pero no es eso lo perturbador, sino sus ojos. Su brillo cristalino parece a punto de trizarse en mil pedazos. Guajardo le tiende, tembloroso como nunca, el micro.

Habla Contador y lo que cuenta, escueto, no parece haberlo elegido al azar. Recuerda que en Mallorca debutó como profesional en 2003, un guiño nostálgico de alguien que no puede asegurar que la que va a correr en unos minutos no vaya a ser su última carrera en mucho tiempo. También en Mallorca, el madrileño recibió algunas de las peores noticias de su carrera, como el veto del Tour de Francia a su equipo, el Astana, en 2008, o, el año pasado durante la concentración del Saxo Bank, el comunicado de la Federación Española y su intención de sancionarle una temporada por el positivo por clembuterol del Tour. De eso no habla, pero deja entrever algo del sufrimiento interno que padece. Abre una rendija estrechísima para el que quiera echar un vistazo: "Gracias al apoyo de la gente, todo esto se hace más llevadero". Luego, desciende del podio.

El saludo de los Schleck Sobre el suelo húmedo de la carretera de Palma, otra vez bajo el ojo de la marabunta de cámaras y periodistas, vive otro momento breve e intenso. Se le acerca Frank Schleck y le suelta un efusivo abrazo al que Contador corresponde. Luego, es Andy el que se le aproxima y le golpea con la palma el costado a modo de saludo. Rivales en los últimos Tours, ambos se felicitan por encontrarse de nuevo. El luxemburgués le da la enhorabuena por los dos triunfos de etapa en San Luis y el madrileño agradece el gesto. Cuando se marcha, Andy le mira, cómplice, y le anima: "Suerte mañana".

Mañana es hoy, lunes, la fecha definitiva en la que el TAS debe pronunciarse sobre si el positivo por clembuterol del Tour de 2010 lo es realmente, como defienden la UCI y la AMA, o, por el contrario, da validez a la versión de la contaminación alimentaria que alega Contador. Ambas partes han fundamentado su argumentación en estudios jurídico-científicos tan precisos que nadie se atreve a adelantar una sentencia. Los dos extremos son la inocencia absoluta del ciclista, que no acarrearía sanción alguna, o la culpabilidad total que pagaría con dos años de sanción y le desposeería de su tercer Tour, el logrado en 2010. En medio, un abanico infinito de posibilidades.

Muchas de ellas, casi todas menos la exculpación total, harían que Contador reflexionase seriamente sobre su retirada del ciclismo, por lo que la de ayer en Palma podría haber sido su última carrera como profesional. La corrió el madrileño oculto en el pelotón, salvo en la última vuelta al circuito del paseo mallorquín, cuando se puso al frente y, durante un kilómetro, arrastró al grupo a una velocidad endiablada. Luego se apartó y vio desde la distancia el triunfo de Andrew Fenn, un pistard escocés de 22 años, rápido y musculoso, fibrado, que corre en el Lotto-Belisol. Contador cruzó la línea de meta, se dio la vuelta con velocidad y se refugió en el autobús. Allí, desprendió el dorsal, el número 1, del maillot. A las 21.00 horas se marchó de la isla sin decir nada más.

Los debutantes La que puede ser la última carrera de Alberto Contador en mucho tiempo fue la primera de otros. Debutaron en profesionales con el Orbea Illart Zuazubiskar, Omar Fraile e Igor Merino, mientras que Egoitz García estrenó el maillot del Cofidis francés y Javier Aramendía, el del Caja Rural. Igor Antón, abre hoy la temporada en el segundo trofeo de la Challenge de Mallorca, el de Migjorn, una jornada llana.