Asteasu. Cuando se ajusta las zapatillas y espera a que la campana de Elizmendi anuncie el mediodía, de pie bajo la lluvia fina, Egoitz Murgoitio ha recorrido unas cuantas miles de leguas en un viaje emocional meteórico. Lo ha hecho en menos de 48 horas. Ha huido de la frustración de Igorre, donde un puesto por debajo de sus expectativas, 18º cuando aspiraba a estar entre los diez mejores, le sumió en la más absoluta de las desolaciones. Ha salido del pozo. Ha dejado de tararear la melancolía depresiva de Sabina. En su cabeza suenan, resuenan, guitarras y un bajo, y el delirio de la batería, y una voz cruda. Se ha pasado al punk de Kruders, el grupo cañero de Abadiño que le sigue a todas las carrera. Lo que hace cuando, al fin, suena la campana de Elizmendi es muy heavy.

Desde el amanecer es un Murgoitio asolador. Despega en el primer tramo de barro y pese a que lo intenta, ni siquiera el fenomenal biker José Antonio Hermida es capaz de amarrarle. Mediada la primera vuelta, la brutalidad de su erupción fuerza lo impensable: hay una especie de rendición silenciosa. Hermida deja de perseguir una quimera, el ritmo mengua y ocho corredores y sus jadeos se reagrupan. Al acabar la primera vuelta, deciden empezar de nuevo.

Nueve triunfos Murgoitio es inalcanzable. Está a años luz. Al vizcaino le propulsa la rabia. Le da coraje que alguien pueda pensar que el tropiezo de Igorre, el único de una temporada intachable, es la esperada señal de su declive físico. Quiere contradecir a los que creen que es cuestión de tiempo que su poderío se resquebraje. Decide hacerlo a lo bestia. En solo dos giros, la ventaja ronda el minuto. Hay a quien ese virtuosismo, la pasmosa facilidad con la que ha resuelto la cuestión, la propia voluntad de restablecer la jerarquía y poner las cosas en su sitio, le recuerda al legendario David Seco, que acostumbraba a dibujar paisajes similares, incluso mucho más desoladores. Murgoitio no es Seco, claro, pero va camino de las catorce victorias que acredita el busturiarra como mejor registro en una sola temporada aunque con matices, pues David se prodigaba más en el extranjero, en competencia con los irreductibles belgas. Con la de ayer suma nueve, todas las del calendario vasco, salvo la que se anotó Aitor Hernández en Lezama, en la que estuvo ausente.

Aitor, que ha progresado de forma notable esta temporada, fue el mejor de la batalla por el segundo. Se libró del marcaje en la segunda vuelta y corrió solo. Llegó casi dos minutos después que Murgoitio. Por delante de Hermida, que sufrió, fuera de forma aún, en el primer circuito de ciclocross puro, por embarrado, que se ha encontrado desde que debutara hace dos semanas en Ametzaga. Javier Ruiz de Larrinaga, cuarto, se sintió encallar sobre el lodo pegajoso. "Me ha costado mover la bicicleta", dijo tras describir sus sensaciones: malas. Podrá corregir el rumbo mañana en Puente Viesgo, donde se celebra la tercera prueba de la Copa de España que lidera, con dos triunfos, Egoitz Murgotio, asolador ayer en Asteasu.