Donostia. San Pellegrino Terme es un balneario con reminiscencias decimonónicas y vestigios de su regio pasado en la belle époque. También es un manantial con una alta concentración ciclista en apenas dos gotas. En 1955, acogió la alianza entre Fiorenzo Magni y Fausto Coppi para desnudar de su maglia rosa a Gastone Nencini la víspera de llegar a Milán. El campionissimo ganó aquella etapa por delante de Nencini, que le impidió el que hubiera sido el sexto Giro de Coppi por trece segundos, la desventaja más corta de la historia tras los doce entre Eddy Merckx y Gianbattista Baronchelli en 1974. Nencini sigue siendo el ganador absoluto más viejo, con casi 35 años.

En 1970 llegó la segunda gota, cuando la corsa rosa arrancó de San Pellegrino, la localidad en la que nació y vive Ivan Gotti, el hombre Giro: apenas cinco triunfos de profesional, y entre ellos dos etapas y dos generales, en 1997 y 1999, esta tras la expulsión de Marco Pantani a dos días de Milán. El inicio del fin del Pirata.

La ronda italiana volvió ayer a San Pellegrino Terme. Si el nombre de Tirano, donde se llegó el miércoles, incitaba a la lucha y al caos y Giovanni Visconti extendió la camorra ante Diego Ulissi -el siciliano, más sereno, admitió ayer que "me equivoqué en el sprint", aunque, eso sí, "si no saco la mano, me caigo"-; la localidad balnearia, un remanso de paz que no llega a los 5.000 habitantes, emana calma. Y ni Marco Pinotti, ni Eros Capecchi, ni Kevin Seeldrayers, supervivientes de la tardía fuga de ayer, perturbaron esa tranquilidad. Su sprint fue limpio como el agua sulfatada y alcalina de San Pellegrino. El belga, incluso, se borró pronto, pues agarrar el manillar por las manetas de freno es media derrota en un duelo ante italianos. En la curva final, a 200 metros de la meta, abrió un pasillo para que Capecchi le hiciera un interior hasta la rueda de Pinotti. El bergamasco, que salió líder de Turín, corría en casa y fue un gran anfitrión, pues lanzó al gregario de Nibali a una victoria que no conocía desde 2008, cuando quitó las pegatinas a Igor Antón en el descenso al Santuario de Arrate y se anotó la última Euskal Bizikleta.

Pero hasta el retiro termal, no hubo tregua. Con dos finales en alto y una crono para cerrar el Giro, se esperaba "la guerra", que aventuraba ayer Pedro Horrillo en su columna diaria. "Puede durar diez minutos o dos horas, quién lo sabe". Ayer fueron casi dos horas. La primera a 53,100 km/h de media. De locos. Ataque tras ataque hasta que, en el kilómetro 88, salieron 17 hombres de quince equipos. Entre ellos, dos top 20 -Cataldo y Pinotti-, un ilustre -Sastre-, dos ganadores este año -Gatto y Vicioso- y dos fugados también la víspera -Losada y Bakelants-.

Quick Step tenía tres boletos -Pineau, Seeldrayers y Cataldo- contra catorce rivales, y el galo aligeró la tómbola con un ataque a falta de 48 kilómetros. A su rueda se fueron su compañero belga, Capecchi, Pinotti, Brambilla y Downing. El Passo di Ganda (9,2 km. al 7,3%) seleccionó el trío definitivo gracias al generoso ritmo del ciclista de Liquigas.

Pinotti, Seeldrayers y Capecchi gozaron de la suficiente renta para afrontar los 3.000m. finales como una prueba de velocidad. Les faltó hacer surplace, siempre con el toscano a cola, hasta que le hicieron un pasillo para bautizarse en el Giro con el agua de San Pellegrino.

Era su mayor alegría junto al campeonato italiano junior en 2004. Su bautismo pro llegó en Arrate, y la victoria de ayer tuvo la misma dedicatoria que entonces, su abuelo materno, Espartero, "que me apoyó desde que empecé en el ciclismo con ocho años". Falleció en 2005, el único año en el que Capecchi militó en aficionados, en el GS Mastromarco que también forjó a Nibali o Damiano Caruso. En 2006, debutó con el Liquigas, al que regresa este año tras tres campañas a las órdenes de Joxean Fernández Matxin.