Donostia. A escasos siete kilómetros antes de coronar el Grossglockner, al menos hasta los 2.137 metros de altitud, porque la carretera aún sube casi otros 400 metros y el pico más alto del Gran Campanario se sitúa a 3.798 metros, el techo de Austria, aunque ya hablamos de aristas y pistas nevadas, de crampones y bastones; el premio de la montaña se situaba en el Kaserck (1.908m.). Por ahí, Alberto Contador y José Rujano atesoraban unos 40 segundos de ventaja, tras arrancar kilómetro y medio más abajo, el pinteño, de nuevo salvaje e incontenible, y aguantar, el venezolano, como podía al amo de este Giro de Italia. Entonces, solo les perseguían seis corredores: Michele Scarponi, Vincenzo Nibali, Denis Menchov, David Arroyo, Roman Kreuziger e Igor Antón, el resto de la clase alta del pelotón. Pero, tras cruzar bajo la pancarta e iniciar los dos kilómetros de ligero descenso, el sexteto no pensó en la maglia rosa. A los seis les costó meter el plato grande y bajar piñones. Dejaron de pedalear, sin más impulso que el de la fuerza de la gravedad. Se abrieron de lado a lado. Se miraron, y en los rostros ajenos vieron su destino: la lucha por el segundo puesto. Quién sabe si dentro de unas semanas el premio sea mayor. Pero esa es otra historia que está en manos del Tribunal de Arbitraje Deportivo.

Ninguno de los seis aristócratas que perseguían al rey del Giro tiró medio metro. Por ello, entró gente desde atrás, como el joven Francesco Masciarelli, vasallo de Kreuziger, que fue quien remolcó a los gallos hasta la meta, donde Contador, que agradeció los relevos de Rujano brindándole la victoria parcial, aventajó -bonificaciones al margen- en 1:27 a John Gadret, en 1:29 a Hubert Dupont y Antón -que no pudo culminar el enorme trabajo de Euskaltel-Euskadi- y en 1:36 a Nibali, Scarponi, Arroyo, Menchov y un gran Vasil Kiryienka. Purito Rodríguez se dejó 1:52 y Christophe Le Mével pagó todos los esfuerzos previos al llegar a 3:49. Carlos Sastre, febril, acabó a 7:26.

“Aún falta mucho hasta Milán. Yo iba con buenas piernas y pensé que había que aprovechar la ocasión por si luego tengo un mal día”, explicó Contador su ataque a 8,4 kilómetros de la meta. “Una obra maestra”, calificó Bjarne Riis el demarraje de su pupilo, desde aún más abajo que su erupción en el Etna, al que solo pudo replicar Rujano: “Contador es tremendo, es muy difícil aguantar su rueda”, subrayó el venezolano, que luce su versión del Giro 2005.

Euskaltel, a destajo Antes de llegar al Grossglockner, al que los 48 kilómetros que suman sus dos laderas solo son transitables entre mayo y octubre -con un peaje de 26 euros-, hubo batalla, con una fuga de dieciséis hombres: Nocentini, Sarmiento, Vicioso, Valls, Losada, Lastras, Samoilau , Kiserlovski, Noe, Weening, Nordhaug, Meyer, Hoogerland, Lewis, Spezialetti y Vandewalle. Entre ellos, ningún Euskaltel, por lo que la escuadra naranja pasó a la acción a falta de 80 kilómetros, cuando la fuga gozaba de 5 minutos.

La enorme labor de Oroz, Cazaux, Isasi o Azanza la culminó, ya en la ascensión final, un Nieve espléndido. El leitzarra dinamitó el pelotón, que cazó al último aventurero, Sarmiento, a falta de diez kilómetros, cuando Rujano se movió. Reaccionó Antón, con él Contador y, tras ellos, el resto de ilustres. Remachó Scarponi, y con él se fueron Antón y Rujano. Contador les dejó hacer y comprobó “que se quedaba Nibali”. Un kilómetro más tarde, cuando se volvieron a reagrupar, el pinteño intuyó una mueca de sufrimiento en el rostro de Scarponi. “No iba fácil”. Era la señal para pulsar su botón de turbo. El ciclista de Jesi trató de hacer lo mismo, pero gripó en diez metros. Solo Rujano encontró revoluciones para seguir al de Pinto. El resto trató de cuidar el motor para el siguiente gran premio. “Era un día para guardar, porque de las fuerzas que gastases hoy te puedes acordar el fin de semana”, resumió Arroyo ante los tappones dolomíticos: Zoncolan, hoy -el Crostis se ha suprimido-; Giau, Fedaia y Rifugio Gardeccia, mañana. Lo que Contador guardó son más segundos en su despensa.