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"Estamos gafados"

La familia de Igor Antón esperaba al líder de la Vuelta en Peña Cabarga. Su expectación se tornó en dolor cuando se enteraron del accidente del corredor vizcaino

"Estamos gafados"

TODO marcha perfectamente. Apenas faltan ocho kilómetros y todo va sobre ruedas para Euskaltel-Euskadi y para Igor Antón. Y para su familia. En la cima de Peña Cabarga, a la altura del repetidor, Enrique y Mari Jose, aita y ama del líder, su hermana Iratxe, tías, amigos y demás familia siguen atentos las evoluciones de la carrera a través de la pantalla que la organización de la Vuelta dispone para los aficionados en el mismo stand del podio. Son imágenes mudas, en silencio, que cuentan con la narración espontánea de Juan Mari Guajardo, speaker de la Vuelta. El día es tranquilo y marcha según lo planeado. Aita y ama esperan al hijo para recibirlo en meta con un fuerte abrazo. "Hoy va a mantener el liderato sin problemas", dice Enrique, tranquilo y confiado en las posibilidades de Igor.

De repente, esa tranquilidad con la que Enrique sigue la carrera se ve interrumpida por la retransmisión de la carrera por televisión. El pelotón se abre y pasa a ocupar violentamente toda la carretera. Algo ha pasado. Se hace el silencio. Un silencio del que nos despierta Guajardo.

¡Caída! ¡Caída! Los miembros de la peña de Igor Antón, que han venido en gran número desde Galdakao, y los familiares del corredor enmudecen y adoptan una pose tensa, a la espera de que las imágenes les permitan recuperar la tranquilidad y bajar la guardia, que no hay problemas y que Igor Antón sigue resguardado en el pelotón.

Las consecuencias del accidente se muestran en la pantalla. Entre el amasijo de carbono, radios y carne hay color naranja. Es Egoi Martinez que, dolorido, se encuentra tendido en la carretera. La pena por Egoi se convierte en sobresalto cuando unos metros más atrás las cámaras enfocan a un dolorido Igort Antón y su maillot rojo hecho trizas. "¡El líder está entre los caídos!", gritan los altavoces. Un ooooh al unísono. Con el corazón en un puño, nadie dice nada. Esperan que Igor, al que ven de pie y lleno de rasponazos, dé señales de fortaleza, de que se encuentra bien y pueda coger la bici para seguir adelante. Igor se dirige hacía el coche. Hay quien aplaude, "¡Áupa Igor!", pensando en lo mejor, que Igor es capaz de seguir dando pedales.

Pero se confirma lo peor. No puede continuar en carrera. En ese momento toda la tensión contenida y una repentina rabiaeta invaden a Enrique, su aita, que se saca la gorra para lanzarla contra el suelo, y con gesto abatido, grita de impotencia: "¡Estamos gafados!". "Igual que hace dos años", dice recordando el episodio que le tocó vivir en el Angliru, cuando su hijo, que marchaba con opciones de pelearse la victoria ni más ni menos que con Contador y Valverde, perdió el control de su bicicleta. Como ayer. De nuevo, gafado.