"para que luego digan que no están hechos de otra pasta", teclea Mikel Trueba en su blog del Tour (www.gozatueuskaltel.com) el día en el que Amets Txurruka se da un costalazo tremendo a 120 kilómetros de Reims, se parte la clavícula y, sin embargo, acaba la etapa. Otro día, tras los Alpes, anima a Samuel: "Ánimo Samu, hay que aguantar!!!". Y el miércoles, el segundo día de descanso, antes de la dantesca etapa del Tourmalet, escribe para que la marea naranja empuje al ovetense en su mano a mano con Menchov. "Gora Samuel!!!". El jueves ya no escribió. El jueves Mikel Trueba fue una de las miles de gargantas exaltadas que en hilera abarrotaban la cuesta del Tourmalet. Uno de tantos. O no. La historia de Mikel es distinta. Atiendan.

Hasta 2005 Mikel, 34 años, fue un joven deportista, nadador de crío, jugador de waterpolo después y triatleta más tarde, que, sin embargo, llevaba el ciclismo tatuado en el ADN porque su aita había sido ciclista aficionado y la pasión por las dos ruedas es algo a lo que nunca ha podido renunciar. "Siempre me ha gustado pero nunca he corrido, lo más que he hecho y se le acercaba era triatlón, como Armstrong". Algo del espíritu indomable del tejano, el hombre que venció a un cáncer y luego ganó siete Tours consecutivos, mantiene a Trueba en pie de guerra, enganchado a la vida. Guerra a la rendición. Porque en ese 2005 los médicos le deletrearon la enfermedad desconocida. Tres letras sin cura: ELA. La esclerosis lateral amiotrófica, una dolencia de la que se desconoce todo salvo que afecta al sistema nervioso, a las neuronas encargadas de activar los músculos que, incomprensiblemente para la medicina, van muriendo y paralizando el cuerpo lentamente. Como no hay una explicación a su naturaleza, Mikel, casado con Rosana Pagani, su dulce cuidadora y madre de la niña de ambos, de cinco años, tituló el blog con el que quiso eludir el aislamiento paulatino Las sorpresas de la vida. No es un lugar para la autocompasión. Todo lo contrario.

El blog es la ventana a la vida donde no está permitida la tristeza, el enfado o la negación. En lo demás, no hay límites. Y si los hay, los derriba Mikel. Es un hombre de otra pasta. Algo de eso hay en su presencia el jueves en el Tourmalet, invitado por Euskaltel-Euskadi. "Iré con la esperanza de que mi experiencia le pueda servir a alguien, y también para enseñar que, aunque todo se ponga en contra, siempre hay una sonrisa en la vida", dijo en junio, cuando Euskaltel presentó la nueva camiseta de la marea naranja. De naranja, una prenda personalizada, vistió él en el coloso pirenaico. Y por la noche, en la cena con los corredores. "El Tour es impresionante, agotador. A los corredores se les notaba cansados, con ganas de volver a casa. Tiene que ser durísimo hacer esta carrera", dijo al día siguiente. Después de amanecer en el hotel del equipo, charlar con Samuel, "que estaba molido por los golpes del día anterior", y presentarse junto a su mujer, de naranja, en la salida de Salies-de-Bearn, paseó junto a Miguel Madariaga -su aita corrió en aficionados en el equipo del presidente de la Fundación Euskadi- maravillado entre los autobuses y se detuvo en el del Astana. Al poco bajó Alberto Contador, que le tendió la mano y se quedó con ella en el aire, sin saber qué hacer, porque Mikel no le devolvía el saludo. No puede hacerlo. Tiene el brazo derecho paralizado. Ayer, hubiese deseado poder moverla para estrechar la mano del mejor ciclista del mundo. ¡Qué impotencia! No tanta como no poder coger en brazos a su hija pequeña, Anne, cinco añitos, que apenas tenía unos meses cuando la vida llamó a su puerta para sorprenderle con la enfermedad sin cura. De vuelta a Santurtzi, podrá contarle sus impresiones. A ella y a sus vecinos, quienes el pasado año le brindaron un sentido homenaje, una gala benéfica a favor de la asociación ADELA, que lucha por mejorar la calidad de vida de cuantos padecen su enfermedad, y a la que también asistieron ciclistas como Iker Camaño o veteranos como Gorospe.

Ahora Mikel se tiene que ir preparando de nuevo, porque le espera una segunda edición. La asociación Santurtzi Gastronomika ya se ha puesto manos a la obra con los preparativos. Será en octubre. Como lo hizo el año pasado, y como lo ha hecho Euskaltel en este Tour.