Sin futuro como pitoniso
YA puedo seguir ganándome la vida dándole a la tecla, que como pitoniso no tengo futuro. Quizá recuerden que tras la etapa de Bagnères de Luchon escribí que los 39 segundos que Contador rascó a Schleck tras atacar cuando a éste se le salió la cadena, "seguramente no influyan en París". En el clavo, vamos. Aunque la frase textual continuaba "pero el detalle queda para el recuerdo", en referencia, claro, al demarraje del pinteño cuando su rival ponía los pies en el suelo. De hecho, casi ha sido el único momento en el que se han separado, junto a las cronos y el pavés de Arenberg.
Aquella imagen en el Port de Balès, que a unos les pareció fenomenal -¿mantendrían su opinión si el averiado hubiera sido el español?- y a otros nos gustó menos -a un líder se le ataca cuando puede defenderse-, acompañará al tercer Tour de Contador, al igual que su primero quedó unido a la expulsión de Rasmussen; el único de Pereiro, al positivo de Landis y la escapada camino de Montelimar; el primero de Fignon, a la fractura de clavícula de Simon; o el tercero de Merckx, a la caída de Ocaña en Mente. Los triunfos siempre son fruto de las circunstancias, y aquel percance de Schleck ha acabado dando el triunfo a Contador, igual que las bonificaciones le brindaron la Vuelta de 2008 ante su compañero Leipheimer. Tiene ángel Alberto, tan incómodo ayer sobre su sillín.
Lo que prometía un gran mano a mano entre Contador y Schleck, no ha sido tanto. Su pulso ha resultado descafeinado: en Morzine Avoriaz, el luxemburgués sólo atacó al final para pescar diez segundos. En Mende, el español le devolvió la moneda. En Plateau de Bonascre, rayaron el ridículo. En el Tourmalet... se esperaba otra cosa. Quizá por todo ello los 39 segundos acabaron valiendo.
Una pena lo de Samu.