TOULOUSE. Cada año la fe arrastra a Miguel Madariaga hasta los Pirineos. Peregrina hasta Lourdes -dos o tres veces, una de ellas siempre con su ama-, a la gruta donde se apareció en 1858 a la bienaventurada Bernardita la Virgen a la que susurran sus plegarias los creyentes. Otro tipo de fe mueve cada julio a miles de vascos hacia la cordillera, imantados este año por su inmensidad. Unos Pirineos colosales, el Tourmalet como luminaria en el centenario de su primera ascensión, fascina y preocupa, a partes iguales, a Madariaga, que ruega por una afición ejemplar que perpetúe el idilio del equipo vasco con el Tour. "Sólo pido que cuando salgamos de los Pirineos podamos decir orgullosos que tenemos la mejor afición del mundo", dice el de Lemoiz, que el miércoles, día de descanso en Pau, cumplirá con el ritual de los nueve Tours anteriores: peregrinará a Lourdes.

Para rezar.

Es mi manera de ser. Yo soy muy católico, pero en ese asunto y en todos he respetado siempre la forma de pensar de los demás. Hay gente que no cree en esas cosas pero yo sí. Así que rezo, principalmente porque este equipo tenga suerte en carrera, porque este proyecto siga siempre adelante y por todo el ciclismo en general, para que no haya ninguna desgracia más. Pero ante todo, rezo por los de casa.

¿Euskaltel-Euskadi necesita que recen por él?

Quizás sea demasiado creyente, pero el equipo necesita la bendición de algo para seguir en esta línea. 17 años después de haber nacido, ahora estamos en un camino que nos acerca al sueño del podio en la mejor carrera del mundo. Tengo que rogar para que esto no se tuerza y podamos hacer historia.

Y para que el equipo no pase a la historia, porque siga teniendo futuro.

También, claro, pero para eso estamos luchando. Cuando me fui del Tour en la primera semana y regresé a Euskadi lo hice para trabajar en el futuro del equipo. Ahora mismo la continuidad está asegurada para los dos próximos años. Lo único que no puedo asegurar, porque ni yo mismo lo sé, es si esa continuidad será como equipo UCI Pro Tour o como Continental Profesional. Dependemos del presupuesto. Ahora mismo sigo luchando para tener un patrocinador que pueda aportar el millón de euros que, más o menos, nos hace falta. Las instituciones me han garantizado su apoyo y van a intentar que el recorte actual del 15% se pueda aliviar en algún momento. Por lo demás, sólo me queda esperar el apoyo de Euskaltel, que está trabajando para que el recorte sea el mínimo posible. Si eso se cumple, quién sabe si los patrocinadores actuales van a poder cubrir parte de la deuda que tenemos. Tirando de aquí y allí, podemos conseguir que el equipo siga donde está, en lo más alto.

¿Le preocupa lo que pueda pasar?

No, de veras. Estamos tranquilísimos. Este equipo y la afición de Euskadi le deben mucho a las instituciones y a la empresa Euskaltel, que nadie se puede hacer idea del enorme esfuerzo que hace ahora, cuando la situación económica sugiere otra actitud que la que están teniendo con nosotros.

¿Estar tan cerca del sueño del podio del Tour con Samuel ayuda?

Si no sueñas no puedes hablar. Cuando nació este proyecto a mí y a otros se nos atacó fuertemente. Nos dijeron que era una bilbainada, un sueño inútil que no se iba a realizar. Ahora mismo, todos los que fueron negativos no tienen argumentos. Hemos hecho cosas grandísimas en todo este tiempo, pero que un corredor de un equipo vasco, un corredor afincado en Güeñes, como lo es Samuel, esté tercero en la general del Tour es algo impresionante. Pero sería injusto pensar que Samuel ha logrado solo estar ahí arriba. Hay grandes corredores apoyándole.

¿Samuel se cuida solo, no hace falta rezar por él?

Hay que rezar por todos. En el ciclismo un día estás en lo más alto y al siguiente te vas para casa con algún hueso roto. Mira Amets -Txurruka-; pasó lo peor del Tour, el pavés y los nervios de la primera semana, y en el momento que menos se esperaba una caída lo eliminó. Fue una pena y ahora le echaremos de menos en los Pirineos.

Los Pirineos los afronta por décima vez. ¿Qué siente?

Una grandísima emoción, pero también respeto. A la afición le pido que entienda que necesitamos que su comportamiento sea fuerte, que se note su presencia, pero que sea bueno, deportivo. Inconscientemente nos puede hacer mucho daño una actitud negativa. Quiero que podamos salir de los Pirineos diciendo que la afición de Euskadi ha demostrado que es la mejor. Eso fortalecería los lazos del equipo con el Tour.

¿Cuál es el mejor momento que ha vivido en Pirineos?

Sin duda, el día que Laiseka ganó en Luz Ardiden. El Tour lo había visto por fuera, pero nunca por dentro. Aquel primer año, cuando llegábamos a los Pirineos, todavía estaba asimilando lo que realmente significa esta carrera. Estaba en ese proceso cuando nos vino esa gran victoria. Supuso mucho porque éramos un equipo invitado y ganar de aquella manera y montar la que se montó en los Pirineos nos abrió las puertas del Tour para los siguientes años.

Fue el año de la marea naranja.

Sí, la marea naranja que continúa. Lo veremos en este Tour. Sinceramente te digo que me da respeto porque va a ser una invasión. El viernes cuando volvía al Tour ya había caravanas y coches que se iban para los Pirineos como si la carrera fuese a ser hoy mismo (por ayer). Será impresionante. Sólo espero que no haya ningún problema y que todo sea como aquellos primeros años tan maravillosos en los que se animaba al equipo y a todos los demás.

No todo ha sido felicidad en los Pirineos. También lo ha pasado mal.

El viernes recordaba con Tomás Amezaga aquella etapa de 2004 en la que nos quisieron dar vuelta al coche, pisamos a más de una persona los pies porque se nos echaban encima, nos escupieron… Yo ya me veía debajo del coche. Fue durísimo, el peor momento que he vivido en los Pirineos. Aquel año Mayo perdió una minutada, se bajo de la bici, le convencieron para volver a montarse… Yo me fui para la escapada de adelante y Julián se quedó con él. Es algo terrible de recordar.