No sólo nuestros periódicos, sino también tanto los ayuntamientos como las diputaciones regalan calendarios. Dentro de poco estrenamos el nuevo año. Me encantaría que no fuera el año del consumo, sino el de la solidaridad, el del corazón compartido, el de la familia que se reúne y que hace brotar esa chispa en nuestro interior. ¿Se masca que algo nuevo renace? ¿Se nota que esto de la Navidad es más que una fiesta de consumo? Ya sé que el origen es cristiano y es importante –sin renunciar a la algarabía y al jolgorio externo– intuir que la familia es importante, que necesitamos de una paz íntima para humanizarnos más y mejor, y sobre todo, intuir que en el fondo hay algo especial, que lo de la estrella celestial es algo real.

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Lo bonito no son las luces de la calle, ni la movida comercial de los regalos, sino que en diciembre y Navidad, la gente piensa mejor de los demás y se pelea menos. Me encanta ver las cestas solidarias para recoger alimentos como los bancos de productos alimenticios para recoger comida y darla a las familias que lo necesitan. Se ve a la gente con otro tono. ¿Por qué no hacerlo en el resto del año? ¿No se hacen mercadillos de comercio justo y solidario intentando compartir con los más necesitados? ¿No se ven amigos y familiares que llevaban tiempo sin verse y ahora reunidos? ¿Por qué no arreglarnos mejor y seguir poniendo todos estos valores de familia, solidaridad, amistad y justicia social en los demás meses del año? No estoy en contra de que las calles se iluminen, pero que también haya esa chispa navideña que nos haga mejores personas. ¡Feliz Navidad!