Rosa Zarra
Fui hasta hace diez años médico nefrólogo en el Hospital Donostia. Me tocó por lo tanto sufrir de lleno la terrible mentira que, hace de ello 30 años, catalogó de natural la muerte de Rosa Zarra, después de un pelotazo de la Ertzaintza. Hace pocos meses, afortunadamente, el Gobierno Vasco ha reconocido que la muerte fue consecuencia del pelotazo de la Ertzaintza del día 22 de junio de 1995, 8 días antes del fallecimiento.
Ello ha supuesto un consuelo muy importante para la familia, el hecho de que se reconozca lo que era evidente, ¡después de 30 años!; sin embargo, ellos están dolidos porque nadie ha pedido perdón por todo lo sucedido. En relación a ello, creo que, a la hora de buscar culpables de lo sucedido, hay dos niveles de culpabilidad: aquellos interesados en creerse la terrible mentira que se inventaron en esa época, y aquellos que, sabiendo que esa versión era totalmente falsa, callaron para no buscarse problemas.
Entre los primeros, están los grupos políticos en el poder entonces en el Gobierno Vasco (recordemos, consultando la hemeroteca, las repugnantes declaraciones del consejero de Interior, sr. Atutxa), los mismos cuerpos de seguridad, diferentes medios de comunicación que ignoraron el asunto y, lo que es más grave, los elementos de la judicatura de entonces que intervinieron en el caso (aquí quizás podríamos hablar de la comisión de un delito muy grave que tiene un nombre muy concreto).
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Entre los segundos, están una buena parte de los médicos que, sabiendo lo ocurrido y lo evidente de la relación entre el pelotazo y la muerte de Rosa, optaron por el silencio, por pura cobardía y para evitarse problemas...
Aquí es donde, como médico que soy, tengo algo que decir: es repugnante mantenerse callados ante semejante atropello. El código ético del médico prohíbe ese tipo de comportamiento. Esto va dirigido especialmente a los nefrólogos del hospital, que conocían bien el estado de salud previo de Rosa. Se mantuvieron en silencio, lo cual era perfectamente previsible conociendo los intereses que defendían y la actitud mostrada conmigo, antes y después del suceso (no merece la pena detallar más su comportamiento repugnante). No espero nada de ellos... Sí creo que hay que solicitar una petición de perdón a la dirección del hospital, que se mantuvo en silencio en todo ese tiempo, y, también, cómo no, al Colegio de Médicos de Gipuzkoa, que, cuando le ha interesado, ha salido a defender intereses de un sector determinado de los médicos, pero que, en un caso tan terrible como el que tratamos, se mantuvo en absoluto silencio.
En fin, esperemos que alguien recapacite sobre su actitud en este asunto. La familia lo agradecería (el día 29 de junio de este año, en el homenaje realizado a Rosa, la familia solicitó al sr. Atutxa que asumiese su culpa en los sucesos de entonces, y que pidiese perdón; todavía está la familia esperando).
*Exmédico nefrólogo del Hospital Donostia