Tiene la virtud de manejarme como una marioneta, como un txotxongilo, porque me dejo llevar. Quizá sea por el único elemento que uno se deja llevar, porque sabes que no te va a hacer ningún daño. Se le tiene mucho respeto, incluso miedo, ya que parece un asunto de gente culta, preparada y especial. Nada más lejos de la realidad.

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Es cuestión de esperar y escuchar, aunque al principio no entiendas ni papa. Es como el rascar, que todo es empezar. Luego vas descubriendo cosas, sonidos, conjuntos; e imaginas lo que quieres: como el ritmo del agua. Si a eso añades la voz humana, la electrónica, gaita, oboe, saxo, la batería y el sudor del grupo, es la bomba. Como decía una cría: “La moma atónita”. Y si quieres estar en soledad, sin oír ni ver a nadie, santo remedio. Te hace mejor persona. Oyendo música, no puedes matar. No pretendas entender nada, porque no hay nada que entender. Solo sentir.

Daniel Ezpeleta