Siempre hemos dicho que la clave está en dar vida a los años más que años a la vida. Es una gran verdad. Si nuestro corazón se mantiene ágil, generoso y abierto, iremos bien. En cambio, si nuestro corazón está atrofiado, cerrado y adopta una postura raquítica, aunque tengamos pocos años seremos viejos y cascarrabias. Creo que en nuestro interior radica el termómetro de nuestra edad. La tercera edad y la vejez son una atalaya única para contemplar, interpretar y seguir realizando nuestro proyecto de vida con más acierto. Es fundamental las puertas abiertas y bien coordinadas de nuestras asociaciones de jubilados y pensionistas: corresponsabilidad, potenciar el voluntariado, la intergeneracionalidad, la inteligencia constructiva, la amplitud de miras, la serenidad y no perder la ilusión de vivir. Siguen siendo las claves de una vida más realizada y feliz. Lo que importa no es el origen, sino el fin de la vida y la actuación que hayamos tenido hasta llegar a la meta.
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