Entra dentro de la lógica de los juicios que los abogados defensores usen todos los medios para librar a sus defendidos de cualquier pena, o al menos hacer que se rebaje lo que piden las acusaciones y el fiscal. Leo en unos titulares de prensa unas declaraciones del abogado defensor del argelino, al que se conoce como El argelino, que no fue juzgado por sus posibles responsabilidades en el asesinato de Santi Coca, ya que huyó, hallándose, pues, en paradero desconocido en el momento del juicio. Detenido en el Estado francés, fue entregado a la justicia de Pirineos abajo, siendo ahora juzgado. Pues bien, como digo, el abogado de este sujeto declara: 1) que el primero que lanzó un golpe fue Santi Coca, 2) que su cliente no le dio ninguna patada a Santi Coca, y 3) que si su cliente escapó fue debido a que tenía miedo a ser agredido. Vamos por partes.

Lo primero, a pesar de que puede resultar doloroso, sí que es cierto: el primer golpe fue de Santi tras intentar recuperar el paquete de tabaco que le habían birlado a un amigo suyo; aunque amarga la verdad...

Lo segundo ya no es que sea mentira sino que, para cualquier que haya visto el vídeo de los hechos –supongo que el abogado del que hablo lo habrá visto– no le puede caber la menor duda de que un sujeto que tras la agresión grupal se había marchado hacia el edificio del antiguo gobierno militar –con un pantalón blanco– vuelve a la carrera hacia donde yacía Santi y le da directamente una patada en la cabeza digna de un enfurecido futbolista. No cabe duda de que los vídeos de las cámaras de las cercanías, más teniendo en cuenta la hora y la lluvia no dejan ver los hechos con claridad neta, mas lo que sí que se observa con absoluta claridad es lo que acabo de contar: un sujeto con un pantalón blanco le arrea una patada en la cabeza a quien yacía en el suelo.

En las fotos que sacaron los ertzainas a los detenidos tras los hechos hay uno con el pantalón blanco, que da la casualidad que es el ahora juzgado. En el vídeo no se le ve con claridad, el hermano del asesinado no ha sido capaz de reconocer al sujeto en la sala del juicio... O bien había aquella noche un montón de muchachos con pantalones blancos, con tal mala fortuna que solamente detuvieron a uno, mientras que los demás –posibles autores de la patada– se esfumaron por arte de birlibirloque. Añádase que en el juicio celebrado a los demás implicados echaron la culpa –como no puede de ser de otra manera– al ausente, léase al “argelino”.

La tercera afirmación no resiste a la más mínima posibilidad: ¿miedo a ser agredido? ¿Por quién? ¿Por Fátima e Iker? Mesedez. El único que amenazó con agredir a los nombrados fue precisamente él, lo que supuso que se decretase la orden de alejamiento de la madre y del hermano del asesinado. Por otra parte, sus colegas de agresión –que salieron de rositas, si se exceptúa uno– no iban a ir a por él, ya que bastante favor les había supuesto echarle toda la culpa, a lo más podían ofrecerle algún regalo.

Lo que escribo sé que no vale para nada, pero es que hay cosas ante las que no se puede resistir, sin alterarse... Si no lo hubiese hecho no me habría quedado tranquilo, y así, tal vez, me lo ahorro en psicoanalista... Aunque tranquilo, tranquilo, lo que se dice tranquilo, pues como que no.

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