La comunidad internacional condena enérgicamente aquella atrocidad o aquel horror que vulnera a todas luces el derecho humanitario, de bienes y personas.
Cuántas veces hemos escuchado estas o parecidas palabras cuando se trata, precisamente, de pasar de las palabras a los hechos ante situaciones que sobrepasan y desbordan esas vidas y en su inmensa mayoría de escasos bienes.
Esa comunidad internacional, formada supuestamente por organismos internacionales o comunidades políticas que deben verificar por la paz y la seguridad internacional (entre otros muchos cometidos).
Podríamos hablar de infinidad de conflictos o guerras en las que la población civil (la más vulnerable) es la que se lleva la peor parte (desplazamientos forzosos, hambrunas y un largo etcétera). El más reciente, e intuyo que no será el último, es el indiscriminado ataque por parte de las tropas del Estado de Israel ante un reparto de ayuda humanitaria a la población de Gaza, donde, recordemos, han muerto más de 30.000 personas, muchos de ellos niños.
Si bien no hay justificación posible ante el origen de una guerra sin cuartel de más de 145 días (el ataque de Hamás), tampoco la hay en la respuesta que Israel ha dado contra la población gazatí y los hospitales que operaban en la zona.
Hago de nuevo un llamamiento a esa comunidad internacional para que ejerza, eficazmente y con determinación, las labores y cometidos para lo que fue creado, en este o en otros dolorosos conflictos.
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