Hadmed viene del Sáhara, es pescador y casi todos los días pide la voluntad a la entrada del mercado de La Bretxa para poder subsistir porque Hadmed duerme en la calle, ya le han robado el móvil y me pregunta, “qué tal?”, para añadir “quiero trabajar en lo que sea, cuidar vacas también”. De momento, Hadmed tiene menos derechos que los rebaños de nuestros baserritarras que duermen tranquilos en sus cuadras sin que nadie les haga esperar en la puerta para comprobar si están a menos un grado o cinco sobre cero para entrar, política que practica nuestro Ayuntamiento donostiarra. Hadmed y personas como él tienen menos derechos que cualquier perro abandonado en la calle que previa llamada se recoge para tener techo y comida en cualquier albergue municipal.

Somos de los primeros en presumir de grandes pabellones para congresos, exposiciones, ferias, exámenes multitudinarios, etc. Somos de los primeros en buscar soluciones a lo más difícil y complicado pero, en este caso, existe una falta de humanidad para habilitar espacios para pernoctar sea verano o invierno y facilitarles lugares de trabajo acorde a sus capacidades.

A pesar del buen hacer de Cáritas, la Iglesia posee también pisos y locales en muchos casos vacíos que pudieran acoger a las personas que pasan la noche en la calle.

Es contradictorio que Hadmed, que se deshizo de su barco para llegar a nuestro paraíso, no encuentre aquí la solidaridad que se demuestra enviando camiones de comida y ropa a su país. Allí sí, aquí no. 

Es contradictorio también que en una Euskadi próspera como la nuestra estas personas no sean consideradas como tales y se encuentren malviviendo en la calle en peores condiciones que los animales que poseemos. 

Sólo se me ocurre que el próximo maratón solidario de ETB lo dediquemos a todas estas personas olvidadas, presos de su destino, de sus sueños, de sus ilusiones, que podrían ser nuestros hijos aquí o en otros lugares.

Si nuestros políticos municipales, sean del color que sean, no son capaces de encontrar soluciones, atrévanse a convocar un curso público de ideas entre nosotros, sus ciudadanos: seguro que la encontraremos.

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