A lo largo de más de 350 años un grupo de mujeres ha trabajado y orado con ilusión en Tolosa. En un silencio que también se interrumpía con sus oraciones y pequeñas fiestas en el refectorio del convento de Santa Clara. Casona abierta y de acogida, de ayuda y de escucha, de encuentro y oración. Las preocupaciones y problemas de estas mujeres, monjas clarisas, son parecidos a las de cualquier familia. Donde hay varios seres humanos juntos hay roces y cariño. El silencio, la puerta abierta del convento, la escucha y la oración han sido claves en sus casi cuatro siglos en Tolosa. No sé qué será del futuro de la vida consagrada. Creo que no desaparecerá, sino que se transformará y mañana será de otra forma. Este sábado 11 de noviembre se va a celebrar a las 11.00 horas la eucaristía de acción de gracias y de despedida, presidida por el obispo de Donostia, Fernando Prado. Un reconocimiento y un agradecimiento por su espiritualidad, su trabajo y su valentía a estas cuatro mujeres. Valoro la vida de estas monjas contemplativas, pero cada vez se impone más ser contemplativas en la acción, vivir la fe humildemente, coherentemente, en el gran claustro del mundo.

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