No tenía treinta años cuando visité Alemania. Recuerdo cómo paseando a orillas del Rhin me quedaba mirando a los mayores pensando que aquellas personas habían vivido el auge del nazismo, el holocausto, las cámaras de gas... Me preguntaba cómo aquellas personas treinta años antes no se habían levantado enfurecidos contra la realidad que les tocó vivir, cómo no habían impedido semejante, no salvajada, sino atrocidad, puesto que los animales más salvajes no son capaces de algo semejante. Sus caras no eran de asesinos repugnantes, sino que me parecían personas apacibles. Pensé que tal vez no se hubiesen enterado, que nadie les contó, y menos mostró, cómo exterminaban a aquellas personas, mayoritariamente judías. Puede ser que allá por 2050 haya otras personas que, paseando por la Plaza del Castillo, La Concha o la Ría, miren nuestras caras y les parezcamos buena gente. Se preguntarán cómo, habiendo saltado ante hechos como la Manada o la injusticia con los jóvenes de Altsasu, no saltamos para impedir la barbarie que aquellos judíos que habían abrazado el nazismo y dominaban Israel masacraron en otoño de 2023 a los civiles palestinos de Gaza. Claro, no podrán excusarnos pensando que tal vez no hubiésemos sido conscientes, puesto que a golpe de clic podrán ver los vídeos que hoy nos ofrecen las televisiones sobre el holocausto del pueblo civil palestino. Podrán ver con un clic al Parlamento Europeo guardando silencio y explicitando que es sólo por las víctimas israelíes. Escucharán a Úrsula von der Leyen anunciando denegar la ayuda humanitaria de Europa al pueblo palestino y a mandatarios de supuestos países democráticos, como Francia o Alemania, prohibiendo manifestaciones a favor de Palestina. A nadie escucharán hablar de crímenes de guerra como en Ucrania. Sí escucharán las declaraciones de Biden diciendo que tienen el derecho y el deber de defenderse, sin citar a Hezbolá y dando a entender que deben defenderse del pueblo palestino. El ghetto de Varsovia se ha convertido en el ghetto de Gaza. ¿Correrán sus habitantes la misma suerte? Si hubiese existido un cielo, Yahvé bloquearía su suelo con negros y opacos nubarrones para impedir que las víctimas gaseadas, quemadas y masacradas en los años cuarenta, mirando desde lo alto, vomitaran de rabia y lloraran contemplando entre nubes cómo sus nietos y biznietos repetían el holocausto.