Las declaraciones que han hecho los responsables del proyecto del nuevo Basque Culinary Center (BCC) en Gros sobre la vegetación que va a desaparecer en Manteo a consecuencia de la construcción del edificio, denotan cierta confusión de conceptos cuando se refieren a “15 árboles y 73 arbustos” y, acto seguido, exponen que “la huella verde del edificio será prácticamente la misma a la actual”. Como bióloga y técnico de medio ambiente, me veo autorizada a hacer la siguiente aclaración: la distinción entre árbol y arbusto no es científica, ni tiene ninguna relevancia a la hora de calcular huellas verdes, impactos ambientales, ni nada por el estilo.
Me explico. No existe un criterio técnico consensuado para distinguir entre árbol y arbusto, sino que se suele relacionar con la altura máxima que puede alcanzar cada especie en la madurez (es decir, especies que pueden alcanzar más de una determinada altura, árboles; plantas leñosas que quedan por debajo, arbustos) y algunos autores sitúan el límite en los 2 metros, otros en los 5, etc. En la Guía de árboles y arbustos de Euskal Herria, editada por el Gobierno Vasco (Aizpuru et al., 2010), se recoge expresamente esta dificultad de separar entre árboles y arbustos, y cuando toca el turno a los tamarices, que son los más abundantes en Manteo, emplean los términos “arbolito”, “pequeño árbol”, etc. En Alderdi Eder, por otro lado, existe un panel informativo dedicado justamente a los tamarices, mal llamados tamarindos de La Concha, en el que se lee: “Se ruega prestar atención a las peculiaridades de estos extraordinarios árboles”.
De tal forma que a esos titulares de estos días que rezan Se van a trasplantar el 80% de los árboles, refiriéndose a 12 de los 88 (15+73) ejemplares existentes en la parcela que quiere ocupar el nuevo BCC en Manteo, bien se les podría dar la vuelta y expresarse como “se van a talar más del 86% de los árboles” (76 de 88). No suena igual.
Y en cualquier caso, un ejemplar ofrecerá los mismos servicios de los ecosistemas, los mismos beneficios ambientales y de salud de los ciudadanos, tanto se le denomine árbol como arbusto. Se da la situación de que los añosos tamarices de Manteo son tan altos y con troncos tan gruesos como los árboles allí presentes, plátanos en su mayoría, y, en su más de medio siglo de vida en el talud de la Avenida de Navarra han desarrollado unas copas tan frondosas, que difícilmente, aunque cubrieran la totalidad de la superficie del nuevo edificio de alfombra verde (el renombrado paisajista contratado para el proyecto del BCC ha reconocido que con una capa de tierra de 20 centímetros en la cubierta, las posibilidades de vegetación son limitadas) su “huella verde” será equiparable a la del parque en la actualidad. Las plantitas que puedan crecer sobre el “camino de las olas” jamás brindarán la sombra, el oxígeno, el refugio a los pájaros, amortiguarán el ruido del tráfico, fijarán CO2, filtrarán el agua de lluvia, ni llenarán nuestros ojos de naturaleza como lo hacen los árboles, arbustos, arbolitos o como quieran llamarlos, que crecen en Manteo a día de hoy.