La selección femenina de fútbol se ha proclamado campeona del mundo. Y lo más notable no es cómo lo hicieron, que también, sino contra quien. Nada menos que contra la Pérfida Albión. Y ni la conducta vulgar, prepotente, sexista y machista del presidente de la RFEF hacia la jugadora Jennifer Hermoso al sujetarle la cabeza y besarla en la boca sin consentimiento, ni sus disculpas a rastras posteriores que, menos disculpas, parecían el farfullo del que nada entiende restará mérito a la victoria. El éxito logrado por las deportistas rebasa a presidentes patosos. Aunque todavía asuste dar un bofetón al jefe libertino de turno, no hubiera sobrado quitarle de en medio de esa guisa, para siempre y delante del mundo, de la reina Letizia y de la juventud presente y futura. Asimismo, me asalta la duda sobre si tal arrebato de frenesí presidencial se hubiera producido con Iniesta, por ejemplo, cuando consiguió el gol ganador en 2010. Pero como dijo Jennifer después del abuso delictivo: "¿Pero qué hago yo, eh? No me ha gustado...". Las jugadoras, con suerte ganan 16.000 euros anuales. ¿Esa es otra historia? Pues no, es la historia de siempre y en cualquier actividad femenina: cobrar menos y soportar más. Lo dijo el periodista Jesús Gallego: "En cualquier otro país, un presidente de la Federación que se comporte así estaría fuera del cargo". Más claro que una mañana de primavera, querido Jesús. Pero no estamos en cualquier país, la RFEF es una entidad privada y su presidente percibe 700.000 euros anuales brutos ¿Dimitir? Desde luego sobran motivos, empezando por el asunto Eurocopa en Arabia Saudí. Pero..., veremos.
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