Llegó el día tan temido y el Koldo Mitxelena ha cerrado provisionalmente su sede central; el templo de la cultura va a ser restaurado y rejuvenecido para convertirse en un referente cultural del siglo XXI del que nos enorgulleceremos. Somos legión los donostiarras y guipuzcoanos adictos a esta institución quienes sentimos una sensación de orfandad y un sabor agridulce sabiendo que su cierre va a ser beneficioso y redundará aún más en la oferta cultural de nuestra ciudad.
Las salas de estudio, bajo un silencio monacal, acogen a quien necesita concentración y comodidad; la hemeroteca, el lugar preferido para las personas que allí leen periódicos y revistas para estar informados. Cinéfilos y melómanos pasan horas absorbidos por su pasión; gentes que se refugian en su acogedor interior inmersos en la investigación que junto a las más variopintas exposiciones y conferencias la convierten en el punto de encuentro cultural por antonomasia.
Esta institución nos ofrece un vasto abanico de servicios por los que el usuario no paga un céntimo y como guinda, su extensa biblioteca. El Koldo Mitxelena es una pasión que llevamos en nuestro interior y que vamos a añorar durante esta larga travesía esperando con ansia su reapertura, una feraz y ubérrima tierra prometida regada con el maná de la cultura en la que gozosos entraremos. Somos unos afortunados.