Mucho se ha escrito y hablado del legado que dejó el sacerdote José María Arizmendiarrieta inspirador del movimiento cooperativo. El pasado 22 de abril se celebró la efeméride de su nacimiento y ha habido algún artículo que ha resaltado su figura como sacerdote en las dos vertientes que ha encarnado su trayectoria: la espiritual y la dedicación a la realidad social. Los tiempos han cambiado muchísimo desde aquellos años que Arizmendiarrieta entendió que el esfuerzo, creatividad y la motivación daban sentido a la persona para ir dejando una sociedad mejor para las futuras generaciones. Las cooperativas no son ajenas a la realidad que vivimos en la sociedad y se observa cómo existe una desconexión en los principios y valores sólidos que predominaban en aquellas generaciones de los años 60-70 con las del siglo XXI. El individuo por sí sólo no puede cambiar las cosas, lo tiene que hacer el trabajo de equipo y, por tanto, la solidaridad debe prevalecer para conseguir los objetivos, antes, ahora y siempre.
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