Nos estamos cansando un poco de toda esta ficción. De esta cruel y terca realidad. Es agotador. Todo empieza a perder sentido. Y encima dicen los expertos que estamos entrando en la sexta ola de extinción masiva. Es decir, atravesamos un periodo geológico en el que se está extinguiendo un alto porcentaje de la biodiversidad. En la quinta se extinguieron los dinosaurios. Pero hay un matiz importante y es que todas las anteriores se dieron como consecuencia de fenómenos naturales y la actual está siendo causada por la actividad humana. ¿Puede que seamos los seres más depredadores, invasivos y destructivos del planeta? Puede, sí. Y también puede que ya ni siquiera nos sorprenda. ¿Es nuestra naturaleza? Ni idea. Pero estamos arrasando con la vida y nos hemos acostumbrado a vivir así, en esta inercia autodestructiva. No nos va a hacer falta ningún meteorito, dice un amigo. Está claro que no. Pienso que si nuestra especie sobrevive, los futuros seres humanos se avergonzarán de algunas cosas que están ocurriendo hoy en día, igual que ahora nos avergonzamos de algunos acontecimientos del pasado de la humanidad. La historia siempre ha sido sucia. Y si bien las extinciones son una parte normal y esperada del proceso evolutivo, que las funciones ecológicas que sustentan la vida en la tierra se encuentren ahora mismo amenazadas por nuestra culpa, es algo sobre lo que, tal vez, no estaría mal reflexionar un poco. No sé. ¿Por qué escribo esto? Supongo que porque quiero creer que la verdad, aunque resulte espinosa, es una forma de consuelo, o nos puede ayudar a encontrarlo.