La irrupción a la brava en viviendas ajenas con el correspondiente cambio de cerradura, se está convirtiendo en un negocio redondo para mafias miserables que sacan tajada de la necesidad. El patadón en la puerta, cambio de cerradura, conexión (robo energético) y otras condiciones de habitabilidad, se ofrecen a cambio de jugosos honorarios a los nuevos “inquilinos”. Las denuncias de poco sirven porque una legislación obsoleta ampara a los intrusos en detrimento de los propietarios que no pueden acceder a sus casas hasta pasado mucho tiempo, y cuando lo consiguen tras duros y costosos trámites. Cuando finalmente logran acceder a sus viviendas se encuentran con un escenario dantesco de saqueo y destrucción. Pero no hay que preocuparse, al amparo de estos desmanes han surgido “nuevas empresas”, éstas dedicadas a desalojar por la vía rápida a los “ocupas” de turno a cambio de importantes cantidades de dinero que al final paradójicamente resultan rentables para el propietario. ¿Dónde está la justicia?