Estamos hipnotizados mirando hacia fuera las soluciones, en vez de hacia dentro, hacia nuestro sentir interno (no confundir con emotividad); seguimos (siguen algunos) apostando ficha a la religión, y buscan y piden la salvación también fuera, a un Dios externo, olvidando así lo que las religiones establecidas ocultaron de la religión original, que es la propia conciencia, nuestra divinidad interna; seguimos creyendo en las medidas que propone la economía (que satisfacen, claro está, la avaricia de los vampiros, en sus distintas acepciones); fiamos nuestra salvación por fin a las propuestas de la incuestionable ciencia, que a punto está -si siguen experimentando sin consciencia- de destruir el planeta.

Es momento, pues, de dejar de observar fuera las soluciones, y dejar de servir y dar crédito a quien no lo merece, de unirnos también en lo que nos dicta nuestra esencia.