La playa de Orio da ganas de llorar. Desde hace pocos años su arenal se ha convertido en una escombrera. El rompeolas ha perdido su entrada gradual al mar y ahora es un empinado escalón cubierto de piedras.
La bajada de la marea casi no se nota, porque la arena ha ido desapareciendo y apenas queda plataforma.
Las obras realizadas en el entorno, como la construcción de un monstruoso espigón para proteger la entrada a la ría, han modificado las corrientes y el resultado es desastroso. Los oriotarras tendrían que presionar para recuperar aquel valioso tesoro que tenían en su playa. La protección del medioambiente puede ser una magnífica fuente de recursos económicos. Una playa degradada ahuyenta a turistas y visitantes, que pueden encontrar en localidades muy cercanas playas maravillosas, como la que Orio siempre tuvo.