Esa pregunta me la llevo haciendo desde que el miércoles Juanjo me comunicó que estaba recogiendo sus cosas del museo ya que esa misma mañana había recibido una carta de despido. En estos tiempos de mediocridad y de dificultad, no llego a entender cómo se puede prescindir de una persona de la valía profesional y envergadura humana que atesora Juanjo. Tengo claro cuál es el fondo de todo este asunto tan lamentablemente injusto y creo que todos los que conocemos un poco a Juanjo también. Sin embargo, me niego a aceptarlo y lanzaría a los responsables de esta decisión la siguiente pregunta: ¿saben que ustedes fueron elegidos en sus cargos políticos para servir y no para servirse?

Me parece inaceptable usar el poder que, como dice la Constitución, emana del pueblo para solucionar sus vendettas personales. Si es ruin usar el poder para deshacerse de alguien, mucho más lo es si ese alguien es un trabajador excepcional y del que bajo ningún concepto se puede prescindir. Por eso me hago esa pregunta. ¿Por qué? Su decisión probablemente es el principio del fin del Museo Vasco del Ferrocarril, una auténtica joya de la que muchos nos sentimos muy orgullosos y de la que Juanjo es su principal valedor. Desde el miércoles no deja de resonar en mi cabeza esa pregunta: ¿por qué? Sirva este escrito para manifestar mi apoyo a Juanjo, a su esposa Mercedes, y a todo ese entorno que desde hace un año les ha arropado con su cariño y entrega incondicional. Aurrera, Juanjo!