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De esclava a puta, de puta a esposa, de esposa a madre...

... y algún día, de mujer a mujeres. Muchas mujeres no se sienten ofendidas al ver tres mujeres semidesnudas por minuto en la tele. Muchas mujeres no se sientes discriminadas por haber llevado falda desde niñas, teniendo que hacer milagros para poder tirarse por el tobogán sin que se les raspe todo el trasero, no se sienten ofendidas cuando se les ofrece la mano al bajar del autobús, o por cocinar día sí y día también el desayuno, la comida y la cena al venir del trabajo; o por el hecho de que un tal Larrañaga diga dirigiéndose a la población (14-11-2010) "todo un logro, sí señor", y en segundo lugar, "O señora". Es más, muchas mujeres no se sientes que están siendo forzadas por tener que acostarse con sus maridos cuando en realidad no les apetece, por tener que cerrar las piernas cuando hablan con extraños, por tener que pagar de su propio bolsillo, cada mes, un paquete de anticonceptivos para no quedarse embarazadas, o tener que pagar de su bolsillo el aborto subsecuente, por tener que cuidar de la madre, el padre o los hermanos gratis y por tradición, por no tener sitio en al autobús para el carrito, tener que hacer cola cada vez que en un lugar público quieren ir al baño, mientras los hombres entrar y salen porque para ellos siempre hay baños de sobra, por tener que soportar unos cánones de belleza que torturan sus cuerpos o tener que soportar una cantidad ingente de hombres feos y mujeres bellas en las pelis y telediarios. Así que no sé por qué hay que convencer a las mujeres, o mejor dicho, a las esposas, madres y putas, a las trabajadoras de segunda clase e inmigrantes de tercera, de que están mal, cuando en realidad, diría el señor Larrañaga, no se sienten mal.

Antes de la Revolución Francesa, la introducción décadas después de la escolarización para mujeres, de las primeras sufragistas, de la segunda ola feminista, de que la violación se considerara como tal, fuera la violada puta o esposa, de que obtuvieran derechos para divorciarse, heredar tierras, ser propietarias, antes de la tercera ola feminista, de que hubiera leyes contra la violencia doméstica... ellas, las mujeres, no se sentían nada mal, podría decir un tal Xabi Larrañaga. Y yo digo que considero a este tipo de señores enemigos públicos y políticos. Y espero que cada vez más mujeres y hombres así los consideren.