Una serie de famosos han firmado una carta de bienvenida a la visita del Benedicto XVI a España. No sólo los políticos del PP y peloteros afines, como Mayor Oreja o Duran i Lleida, sino hasta un peloteador como Rafa Nadal. El tema no está ligado a la fe, porque se puede ser católico y reconocer que ha habido algunos papas Borgia o peores. Por ello resulta aún más injustificable su pretender que este Papa se distingue "por su incansable defensa de la dignidad humana", cuando desde sus inicios -sin pedir después jamás perdón por su cobardía y gravísimo pecado-, sino, por el contrario, achacando a Dios ausente un Auschwitz, fue soldado de Hitler; y después, entre otros pésimos ejemplos, ha ocultado, como obispo, cardenal y Papa, hasta ayer, a los pedófilos, mientras estos firmantes tienen el descaro de decir que ha sido un ejemplo en combatir el abuso a menores. Tampoco -¿la mejor defensa es el ataque?- tienen rubor en calificar a Ratzinger, que es el mayor responsable mundial en la difusión del sida en África y otros lugares del mundo, por su prohibición del condón, al que ha llegado a calificar de fomentador de la enfermedad (¡!), de ser el principal campeón de la ayuda a los enfermos del sida.
Por supuesto, estos supercreyentes no dicen ni una palabra para rechazar la violación de las conciencias y el bolsillo de la gran mayoría de los españoles -incluidos los católicos de verdad, no los políticos- al obligarnos a todos a pagar docenas de millones de nuestros impuestos para sufragar la tan anticristiana, ostentosa y politizada próxima visita de Ratzinger a España.