Llaman a la Policía porque un gracioso no deja de llamar de madrugada a su telefonillo y resulta ser una babosa
Los vecinos estaban asustados porque la cámara y el sensor de movimiento no se activaban
Los telefonillos ofrecen grandes ventajas tanto para abrir la puerta de una casa o edificio como para saber quién es el que solicita entrar, contando los recientes incluso con cámara de vídeo para poder comprobarlo visualmente. Pero también ofrecen algunos problemillas, como que un gracioso decida llamar a horas intempestivas para molestar a los vecinos, sobre todo en los fines de semana en calles muy concurridas de las ciudades.
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Eso es lo que pensaron que sucedía hace unos días unos cuantos vecinos de un bloque de viviendas en la localidad alemana de Schwabach, en Baviera. Era más de medianoche cuando el telefonillo comenzó a sonar insistentemente en el piso de una familia, que tiene por costumbre, por seguridad, no abrir a nadie a partir de las diez de la noche. Según cuenta el diario alemán Bild, los miembros de esa familia pensaron que los responsables de la broma eran unos jóvenes que se encontraban en una casa abandonada frente a la suya.
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Los afectados no eran sólo ellos, sino también otros vecinos y familiares suyos que viven en el piso inmediatamente superior y que les preguntaron si también a ellos les estaba sonando el telefonillo. Pero lo extraño es que en la pantalla del aparato no aparecía nada: no se activaba el detector de movimiento y tampoco la cámara. Se oía el timbre constantemente pero no se veía a nadie. Asustados y sin atreverse a bajar a la calle para ver qué estaba pasando, decidieron llamar a la Policía, y durante la conversación no dejó de sonar el telefonillo.
La inesperada culpable
Cuando los agentes llegaron no encontraron a nadie, pese a que registraron el patio, la escalera y el sótano. Sin saber qué pasaba, pero más tranquilos por la presencia de la Policía, los vecinos bajaron al portal para hablar con los agentes y es cuando el padre de familia, al dirigir su mirada hacia los timbres, descubrió lo que sucedía y nadie podría haber imaginado: quien había estado llamando sin parar al telefonillo, y evidentemente lo había hecho sin querer, era una babosa, que había estado deslizándose por la superficie de los timbres haciendo que sonaran, pero a una velocidad tan lenta, propia de su especie, que no activó el sensor de movimiento ni la cámara. De hecho, la baba que había ido dejando reveló su trayecto.
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El miedo entonces se transformó en alivio y risas y los agentes retiraron al animal de los timbres para llevarlo con cuidado a un prado cercano a la casa, permitiendo que los vecinos pudieran por fin, ya bien entrada la madrugada, descansar sin esos ruidos tan molestos e inquietantes que los habían asustado.
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