- El expresidente francés Nicolas Sarkozy prosiguió ayer el calvario judicial iniciado tras su salida del Elíseo con una segunda condena, esta vez a un año de cárcel por la financiación ilegal de la campaña de 2012, precisamente la que le apartó del poder. La pena fue severa para Sarkozy, incluso superior a la solicitada por la Fiscalía, que era de un año de cárcel pero con la mitad exento de cumplimiento, justificada por los jueces por la “condición” del acusado, obligado a la ejemplaridad, y por la “gravedad de los hechos”.

Ausente en el tribunal durante la lectura del veredicto, el líder conservador, alejado desde 2016 de la primera línea política aunque todavía muy influyente en la derecha francesa y europea, anunció a través de sus abogados que recurrirá la sentencia, como ya hizo con la dictada en marzo pasado, lo que deja ambas en suspenso. Entonces fue condenado a tres años de cárcel, dos de ellos exentos de cumplimiento, por corrupción y tráfico de influencias, al haber tratado de obtener informaciones procesales confidenciales de un magistrado al que prometió ayudar en un ascenso.

Aquel escándalo, que le convirtió en el primer expresidente francés condenado a prisión firme, empañó la figura de quien fue el jefe del Estado entre 2007 y 2012, pero ahora su prestigio sufre un nuevo golpe, esta vez con evidentes tintes políticos.

Los jueces consideraron probado que la campaña para su reelección en 2012 se benefició de importantes medios financieros, muy superiores a los de su rival, el socialista François Hollande, que, sin embargo, logró desalojarle del poder. En concreto, Sarkozy tuvo a su disposición más de 20 millones de euros por encima del techo de 22 millones que autoriza la ley, gracias a un sistema de facturas falsas a través de la empresa Bygmalion, que da nombre al caso.

Pese a que el expresidente se obstinó en declarar su inocencia el único día que acudió a juicio al asegurar que no estaba al corriente de los detalles de las cuentas de su campaña, la sentencia deja claro que no podía ignorar el elevado tren de gastos.

Era un ritmo de un mitin por día, concebidos como espectáculos audiovisuales que exigían mucho dinero. Algo que, según el tribunal, no podía pasar desapercibido a Sarkozy, con una amplia experiencia electoral y que ya había sido candidato presidencial en 2007. Por si fuera poco, el tribunal recuerda que el expresidente fue advertido por escrito en dos ocasiones por expertos contables del riesgo de superar el límite de gasto marcado por la ley, lo que no evitó que sus mítines fueran cada vez más ostentosos.

Para saltarse los controles, Bygmalion puso en marcha un sistema de falsas facturas e infladas, atribuyó gastos a convenciones del partido de Sarkozy inexistentes y subestimó otros.

Por todo eso, los otros 13 acusados, todos responsables de la campaña -incluidos los dos principales- y trabajadores de Bygmalion, fueron condenados a penas de entre tres años y medio y dos años de cárcel, en parte sin cumplimiento. También a diferentes multas. A diferencia del expresidente, a ellos se les sentenció también por fraude, falsificación y malversación de fondos, además de por el delito de financiación ilegal de partidos, retenido contra Sarkozy.

La condena llega a siete meses de las presidenciales francesas y cuando los conservadores buscan un candidato entre media docena de postulantes, que han buscado en todo momento el respaldo del expresidente.

El actual líder del partido Los Republicanos, Christian Jacob, que no opta a la candidatura al Elíseo, envió un mensaje de apoyo a Sarkozy a través de Twitter y señaló su “orgullo” de haberle tenido como presidente. Y es que su figura sigue teniendo un gran arrastre electoral entre la derecha francesa, que trasciende las fronteras, como demuestra su participación el miércoles en la Convención del PP de Casado.

Pese a que no desaprovecha una ocasión para declararse ejemplar, su figura puede seguir sufriendo daños judiciales, porque su nombre aparece en otras causas. En 2018 fue inculpado por la financiación ilícita con dinero del régimen libio de Muamar Gadafi de su campaña presidencial de 2007. Además, se investigan sus actividades de asesoramiento en Rusia.