-Un mes después del incendio que arrasó el mayor campo de refugiados de Europa, el infame Moria, la mayoría de refugiados de la isla de Lesbos se han mudado de lugar pero su situación apenas ha cambiado, a pesar de que la tragedia parecía haber hecho despertar a Europa.

Desde su apertura como centro de registro, Moria fue noticia en muchas ocasiones. En la inmensa mayoría por haberse convertido, tras la firma hace cuatro años y medio de la declaración conjunta entre la Unión Europea (UE) y Turquía sobre migración, en el campo de refugiados más poblado de Occidente, en un símbolo de la falta de humanidad y solidaridad europea.

Aunque durante años se reclamó a las autoridades el cierre de Moria, finalmente fue consumido por el fuego. Los incendios que comenzaron en la madrugada del 9 de septiembre dejaron a miles de personas en una situación crítica: sin sus pocas pertenencias, durmiendo en cunetas y aparcamientos, pero también trajeron la oportunidad de un cambio.

Un mes después, el otoño y la lluvia ha llegado a Lesbos y el cambio es solo relativo. Antes algunos dormían en contenedores y otros en chabolas construidas por ellos mismos, ahora todos tienen nuevas tiendas de campaña blancas. Hace un mes vivían junto a una carretera, entre olivos. Hoy, en otro punto de la misma carretera, frente a un mar que les trae vientos del norte y sin apenas sombras bajo las que resguardarse.

Los primeros estragos se produjeron la pasada noche, cuando el fuerte temporal que arreció en Lesbos inundó casi un centenar del millar de carpas desplegadas en el nuevo campo por la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).

Según MSF, las miles de personas que viven en el nuevo campo comparten carpas que, en promedio, acogen a unas ocho personas, aunque pueden llegar a las once si hay niños pequeños. En las más grandes conviven hasta 100 hombres solteros. Muchas todavía carecen de colchones, lo que noche tras noche convierte el rocoso suelo en cama.

Este mes el Gobierno griego anunció el cierre de los centros de acogida de Kará Tepé y Pikpa, que han sido la otra cara de la moneda de la acogida en Lesbos, muy alejados de las condiciones de Moria y destinados a los refugiados más vulnerables: víctimas de tortura, menores no acompañados o personas muy enfermas.

Aun así, no todo es negativo. Desde que el Gobierno griego tuvo que construir el nuevo campo en tiempo récord, también se han acelerado los traslados de refugiados y migrantes a la parte continental de Grecia.

La descongestión de la isla ha sido una demanda constante tanto de las ONG como de la población local. Unas, porque el hacinamiento suponía tanto falta de servicios como de garantías de cumplimiento de los derechos humanos de los solicitantes de asilo. Los otros, porque desde que comenzaron a llegar grandes cantidades de balsas a sus costas han visto transformada su vida y geografía.

Recientemente el Gobierno griego ha trasladado a 1.410 refugiados y 212 solicitantes de asilo al continente. Muchos son menores sin acompañar, una de las poblaciones más vulnerables en los campos. A día de hoy quedan unas 7.600 personas.

Cuando el drama de Moria todavía seguía candente, la Comisión Europea (CE) presentó su propuesta sobre el plan migratorio y de asilo que llevaba fraguando desde hace tiempo.

Descrito como un “nuevo comienzo”, está basado en introducir la solidaridad obligatoria para todos los miembros de la UE, pero sin obligar a ningún país a acoger a refugiados. Por lo demás, pone el acento en las devoluciones de migrantes y en reforzar las fronteras exteriores.

Plan urgente. Bruselas propone un mecanismo que se activará si un país sufre “presión” migratoria y que obliga al resto de Estados miembros a elegir entre acoger a una parte de los migrantes, participar en las devoluciones o implicarse con un apoyo operativo, como financiando un nuevo campo de refugiados.