La mañana de este miércoles entraba en vigor la eliminación de la mascarilla obligatoria en interiores, salvo en el transporte público y centros sanitarios y sociosanitarios. Con el Real Decreto recién publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE), se constata una mezcla de alegría y precaución entre la ciudadanía guipuzcoana, en el comienzo de esta nueva etapa.

Las mascarillas han seguido siendo testigo del trajín del Mercado de San Martín, en el centro de Donostia, a primera hora de la mañana. La marea de labios visibles y tapados por el cubrebocas es diversa, tanto entre clientes como entre los trabajadores y trabajadoras de los puestos. Tampoco ha dado tiempo de quitar todos la campaña de advertencia previa, y todavía se puede ver un cartel recordando el uso obligatorio de la mascarilla existente hasta pocas horas antes, en la entrada a los baños. "Me parece estupendo; así tenemos un poco más de libertad y nos vemos las caras", afirma Ana, que acaba de terminar de comprar en un puesto de frutas y verduras, respecto a la nueva normativa. También se muestra contenta, porque otra vez "se lucen las barras de labios", aunque apunta que "yo me he pintado los labios hasta con mascarilla, me daba exactamente igual". Eso sí, manifiesta que seguirá cubriéndose la cara “donde me digan”, aunque no hará uso de la mascarilla “motu proprio”.

Para Sergio, de la pescadería Coro Sotero, las primeras horas sin mascarilla "están siendo, para nosotros, cómodos, porque teníamos ya muchas ganas de quitarnos la mascarilla, después de 700 días". Comenta que "todavía es un poco raro, porque hay gente que la lleva, gente que no, gente que todavía tiene un poco de miedo...". En su establecimiento pueden escoger si usan cubrebocas o no, ya que no se la han impuesto; "obligación no tenemos; sí que algunos compañeros la llevan y algunos no", apunta.

Pero la situación cambia de un comercio a otro. En el caso de las trabajadoras de Calzados Tello, por ejemplo, fueron las propias comerciantes “por elección personal”, y no la empresa, quienes decidieron en una reunión, de manera “unánime”, que la siguieran utilizando en su puesto de trabajo. “El cliente es libre de entrar con mascarilla o sin mascarilla. Nosotras preferimos que se siga usando, pero bueno, es verdad que ha llegado un momento en el que tienes que ponerle un fin”, admite Ariadna, desde el establecimiento de la calle Hondarribia.

En eso coincide con Olena, del bar Café con Leche de la calle San Martín. “Por un lado, me parece bien”, comenta, mientras sigue despachando a la clientela, “porque estamos ya un poquito cansados del tema”. No obstante, duda de que sea el momento adecuado para dejar de usar la mascarilla e insiste en que “yo no me la voy a quitar, hasta que no esté segura. ¿Esto ya se ha acabado? No lo sé”.

Más allá de espacios de consumo, también deja de ser obligatorio en establecimientos culturales y académicos, como es el caso de las bibliotecas. Sin embargo, no todo el mundo lo pone en práctica. Por ejemplo, Amagoia comenta, momentos antes de entrar en la ubicada en el Centro Cultural Koldo Mitxelena de la calle Urdaneta, que lo hará con el cubrebocas puesto. “Al final, hay mucha gente y puedo ser yo la que tenga o puede ser otro”, incide, en relación a posibles positivos en covid. Además, al tener un entorno que “puede ser más propenso a complicaciones”, seguirá usando mascarilla en todos los espacios interiores, algo que ya hacía cuando “no era obligatoria. Al final, cada uno hace lo que ve conveniente”, resume.

A pesar de la constante información en torno a la pandemia y sus consecuencias que se publica en los medios de comunicación, hay todavía alguna persona despistada respecto a esta última medida de eliminación de la obligatoriedad de la mascarilla. “Pero en interiores sí hay que llevar, ¿no?”, pregunta Inma Palomero, a la entrada de la sede del Gobierno Vasco en la calle Andia, a la que acude por una reunión. Se le dice que no, que es elección de cada quién, incluso en edificios institucionales como este. Opina que, aun y todo, “hay que seguir teniendo cierta precaución”, aunque cree que “la inmunidad de rebaño ya está hecha, más o menos”. A su vez, entiende que haya quien siga cubriéndose la boca “por sus circunstancias personales, genéticas o simplemente biológicas”, pero ella no se la pondrá en interiores, “solo en los sitios que sea obligatorio”. Eso sí, con puntualizaciones “Si ahora, en la reunión, que somos muchos, se decide que mejor con mascarilla, evidentemente, voy a respetar. Siempre hay que respetar”. Y lo mismo si su empresa decide imponerla. “Eso está fuera de nosotros. El bien común siempre está por encima del individual. Por lo menos, desde mi punto de vista”, concluye.

Ambiente de alegría, pero cauto, por tanto, el generalizado por las calles donostiarras. Y es que, después de dos años pisando cualquier espacio interior abierto al público con cubrebocas, poder hacer lo contrario se siente como algo raro. Tanto, que todavía es generalizado el uso en estaciones y paradas de transporte público, aunque solo sea norma hacerlo en el interior de los vehículos. Esa sensación extraña, probablemente, cambie con el paso de los días. “Será que pase el tiempo un poco y volver a la normalidad”, predice Sergio, desde el mostrador de la pescadería, en esos primeros instantes post-mascarilla obligatoria.