xodo ruso. Vuelve a estar de actualidad La maleta, la novela del escritor exiliado Serguéi Dovlátov. No se conocía un fenómeno similar desde la desaparición de la Unión Soviética. Comenzó antes de la invasión de Ucrania. Se dirigen hacia los países que todavía no exigen visado. Huyen de la represión contra “los que no ven la televisión” y de las levas de reservistas con la ley marcial. Los más afortunados ya se encuentran en la Unión Europea. Otros se han asentado provisionalmente en Georgia, donde padecen la rusofobia consecuencia del conflicto de agosto de 2008, Armenia, Kirguistán, Uzbekistán, Kazajistán, Finlandia y Turquía, a la espera de poder partir hacia Europa o Estados Unidos.

Son miles de universitarios, intelectuales, técnicos especialistas, jóvenes, sanos, con criterio propio, su gran defecto. Su partida, sin billete de vuelta, agrava las consecuencias que, para la sociedad rusa, suponen las sanciones económicas impuestas. Una fuga de cerebros que reniega de la “nueva esvástica”, la Z, símbolo también de las manifestaciones patrocinadas por la satrapía de Putin. Algunos han llegado a Donostia y ya han escolarizado a sus vástagos.

Es el eufemismo utilizado para referirse a las muertes, heridos y daños no intencionados que se producen como resultado de una operación militar que, si bien fue acuñado por los americanos durante la Guerra de Vietnam, adquirió carta de naturaleza en 1991 durante la Guerra del Golfo, cuando el Trío de las Azores y simpatizantes repelieron la anexión iraquí del Estado de Kuwait mientras buscaban las armas de destrucción masiva que no aparecieron. Pero eso es otra historia.

Heroyam slava! (¡Gloria a Ucrania!, ¡Gloria a sus héroes!). Escuché la intervención del presidente Volodímir Zelenski. Me emocionó su referencia al bombardeo de Gernika (y Durango, añado), recordándome las alocuciones del lehendakari Aguirre y otros políticos republicanos en aquellas épocas aciagas, ante instancias americanas. No nos engañemos. Ucrania, hasta que se produjo la invasión rusa, no era la arcadia feliz donde la armonía y la felicidad se daban la mano. Tampoco en lo sanitario.

Un documentado artículo de Apoorva Madandavilli reconocida periodista especializada en asuntos sanitarios, publicado recientemente en The New York Times, nos recordaba que la salud pública de Ucrania era bastante deficiente, soportando unas cifras muy altas de VIH y hepatitis C, por el uso compartido de agujas contaminadas entre toxicómanos y niveles muy bajos de vacunación contra el sarampión, la poliomielitis y el covid-19. Los daños colaterales en este ámbito, nos pueden afectar directamente y debemos protegernos.

Algunos refugiados vienen acompañados de sus mascotas. En los últimos 25 años, se registraron 63 casos de rabia en humanos transmitida por perros y los gatos. Sólo en 2020 se diagnosticaron más de mil casos en animales. La hidatidosis, que transmiten los perros y gatos, es endémica en Ucrania, por eso, al llegar a nuestras latitudes, las mascotas deben ser observadas, vacunadas y desparasitadas. Las administraciones han dispuesto subvenciones para ello. Todas las clínicas veterinarias las conocen y debemos informar a las personas que acogemos de su existencia y necesidad de cumplimiento estricto.

Las condiciones de hacinamiento e insalubridad que han padecido los refugiados y que ahora padecen en algunos albergues de acogida, son un caldo de cultivo para el cólera y otras enfermedades diarreicas, el covid-19, la neumonía y la tuberculosis, con su largo tratamiento que no debe interrumpirse para evitar la tuberculosis multirresistente, una variante resistente a los fármacos más potentes, de la que Ucrania también constituye un epicentro mundial.

Si bien se habían logrado algunos avances significativos en los últimos diez años en el control de VIH y tuberculosis, con las actuales circunstancias es posible que ambas enfermedades reaparezcan y causen estragos en los próximos años. En Euskadi, ya se han detectado los primeros casos entre los refugiados y se encuentran bajo control.

Solo alrededor del 80% de los niños ucranianos fueron vacunados contra la poliomielitis en 2021, y ya se habían evidenciado algunos casos de esta enfermedad en el país, incluso antes de que comenzara la guerra. La cobertura de vacunación contra el sarampión era deficiente, sin olvidar a las personas diabéticas o las enfermas de cáncer, que han visto interrumpido su tratamiento.

Y los miles de refugiados, muchos de ellos enfermos con estas patologías graves, están llegando a países como Polonia, Moldavia o Rumanía que carecen de la capacidad sanitaria adecuada para atenderlos debidamente y, es previsible, terminen generando una crisis sanitaria en toda la región que, en alguna medida, podría afectarnos a todos. No es ninguna broma, cuando parece que salimos de la pandemia.

Mascarilla. Se mantiene la obligatoriedad de su uso durante estas fechas vacacionales en las que se espera mayor movilidad y afluencia del público en eventos. Veremos los resultados. Llama la atención que la decisión se haya adoptado en base a un informe técnico de la Comisión de Alertas, que no está disponible para la consulta pública, donde imagino, se habrán valorado también, argumentos sociales, económicos y políticos, que habrán influido para adoptar la medida, por parte de quienes están legitimados para tomarla. Nuevamente, falta de transparencia y de empatía social.

La Universidad de Deusto organiza un concierto homenaje al catedrático emérito de Sociología Javier Elzo, el viernes 6 de mayo a partir de las seis de la tarde, en el Loyola Centrum de Mundaiz con la participación de Behotsik (Joven Orquesta de Bilbao). Es preceptiva la inscripción.

Caldo con tropiezos, merluza en salsa verde y tarta de queso del Nevada. Sigo, de momento, con el agua del Añarbe. Café.

Las mascotas que vienen de Ucrania deben ser observadas, vacunadas y despara-sitadas