Donostia albergará del 5 al 9 de junio el Simposium Internacional de Victimología y se convertirá en la capital mundial de una ciencia integrada en la criminología y que trata de entender los "complejos y dinámicos" procesos por los que las personas devienen en víctimas y cómo se recuperan. La impulsora y organizadora del Simposium nos explica las claves de esta ciencia

¿Qué es la victimología?

La victimología surgió en los años 30 del siglo XX, pensando en la víctima como cocausante del delito. Pero en los años 60 dio un vuelco y hoy se centra hoy en la reparación a las víctimas, y en que el sistema penal, no solamente no está ayudando a las víctimas, sino que les causa más daño, en lo que se conoce como victimización secundaria.

¿Se produce hoy en día esa victimización secundaria?

La Agencia Europea de Derechos Fundamentales constata la victimización secundaria de las víctimas particularmente de delitos graves en muchos países de la Unión Europea. Es decir, a las víctimas se les produce un daño no intencional por el desconocimiento sobre los procesos de victimización. En la manera que se les trata a las víctimas, se produce ese maltrato.

¿Y la Justicia ordinaria no cubre esto?

"El derecho penal no es un derecho que haya tenido en cuenta a la víctima, sino para castigar con unas garantías y para decidir sobre la culpabilidad de una persona y sobre la pena proporcional que le corresponde, pero no para reparar a la víctima. Y a pesar de todos los avances que ha habido, todavía las víctimas, cuando pasan por los juzgados, no se sienten bien tratadas.

¿Y qué podemos hacer?

"No se trata de las víctimas son las buenas y los victimarios son los malos. Se trata de que las víctimas han sufrido un mal inmerecido, calificado como delito, que conlleva unas obligaciones de solidaridad por parte de las instituciones y de la sociedad en general, que no se están cumpliendo en gran medida y que las víctimas se sienten incomprendidas. También por parte de los medios de comunicación. Las víctimas de delitos graves en particular son seres sufrientes que la sociedad y las instituciones no sabemos tratar.

Y nos puede tocar a cualquiera.

Todos podemos ser víctimas de un delito. Sabemos, por ejemplo, que uno de cada cinco menores va a ser víctima de abusos sexuales; son cifras de la Unión Europea. Y puede ser desde un abuso grave a uno menos grave, pero uno de cada cinco lo va a ser. Es decir, la posibilidad de ser víctima de un delito es mucho más cercana de lo que pensamos.

¿Le inquieta más el que delinque o el que lo sufre?

La victimología no separa el mundo entre buenos y malos. Muchas veces las víctimas son victimarias y viceversa. Esa frontera entre víctimas y victimarios, sobre todo en poblaciones marginadas y excluidas, se solapan. Sabemos que en poblaciones donde existen más desigualdad social, hay más probabilidades de ser víctimas de delitos. Lo que sabemos es que en cifras totales, las personas que sufren delitos, pertenecen a poblaciones de barrios marginales, para ser concretos. Sobre todo cuando nos referimos a delitos contra la propiedad y de violencia interpersonal. Por ejemplo, el estatuto de la víctima reconoce como potenciales víctimas vulnerables a personas que procedan de barrios con altas tasas de criminalidad.

¿Necesitan rehabilitación las víctimas?

Igual que el estado se preocupa de la resocialización de la persona que cometió un delito, lo mismo debería ocurrir con las víctimas. Personas que han sufrido un abuso sexual en su infancia, sabemos por la victimología del desarrollo, que tiene un gran impacto a lo largo de sus vidas y tenemos unas obligaciones para con ellas, porque no hemos sabido prevenir ese abuso y queremos recuperarlas para la sociedad.

Pero hay cosas más difíciles de reparar.

Pero sí puedes ayudar a que pueda seguir viviendo sin que le duela tanto. Hacer una responsabilización más activa, en justicia restaurativa. Algunas víctimas piden esto, encontrarse, que pueda haber una reparación. En un juicio penal no tienes que decir la verdad, no tienes que reconocer nada y, de hecho, es lo que se te aconseja. En la justicia restaurativa, sin embargo, la persona que ha hecho quiere reparar reconoce que algo ha hecho mal. Es menos dañino para la víctima.

Le veo esperanzada con la justicia restaurativa

Yo creo que estamos asistiendo a un cambio, cada vez vemos más programas de justicia restaurativa, sino también en sede penitenciaria. Ahora con el traspaso de las competencias también lo que se nos ha anunciado es un modelo restaurativo.

¿Hay muchos delitos que no vemos?

Lo que ocurre es que hay victimizaciones ocultas. Sabemos que en delincuencia sexual solo llegan a los juzgados, depende del tipo de hechos, y de los países, solo llegan a los juzgados el 20%. Hay un 80% de victimización oculta. Y luego existen cosas que no vemos.

Explíqueme eso.

La violencia de género no fue un problema social e institucional en España hasta llegar a los años 80 y sobre todo a los 90 y lo teníamos delante de las narices. Y eso nos dice algo sobre nuestra incapacidad de ver y de apoyar a las víctimas. Cuando tú le pides a la víctima que denuncie, la tendrás que apoyar durante todo el proceso, porque si no, la estás poniendo en riesgo.

¿Hay muchas cosas que no se denuncian?

Hay cantidad de victimizaciones que no se denuncian y no somos capaces de ver porque no tenemos la sensibilidad, formación, ni la empatía y dentro de unos años nos sorprenderemos. Ahora por ejemplo, delitos de odio y de trata se visibilizan, pero hace diez años no se hablaba ni de uno ni de otro. El abuso sexual en la infancia, solo empezó a estudiarse en las universidades a los 70. Sabemos ahora que los menores sufren muchos más delitos que los adultos, pero no los pueden denunciar, por su condición de menor; eso es una victimización oculta.

¿Es posible una sociedad sin delitos?

Podrán existir factores culturales y antropológicos que expliquen por qué hay sociedades que son menos violentas que otras, pero delitos va a existir siempre. Podremos tener mejores medidas de prevención para minorarlos, nunca vamos a erradicarlos. Nunca vamos a tener una sociedad sin delitos, pero sí podremos dar una mejor respuesta a las víctimas y a las personas que los cometen, para que no se vuelvan a producir, en términos más proactivos, preventivos y reparadores.

¿Considera que en nuestra sociedad hay demasiados delitos?

No podemos saber cuántos delitos se cometen. Ni lo vamos a saber nunca, pero podemos hacer estimaciones. En victimología hacemos encuestas de victimización, que son muy costosas. Preguntamos a la población general si ha sufrido un delito, si lo has denunciado o no, por qué no lo has hecho, porque no confías en la policía, porque tienes miedo a represalias, porque crees que no va a servir para nada.

¿Cuáles son las razones principales para no denunciar un delito?

Hay un poco de todo. Cuando hay delitos que la víctima no lo considera tan grave, y por lo tanto para qué van a perder el tiempo y tienen toda la razón del mundo en cierta manera. Los delitos contra la propiedad se suelen denunciar por temas de seguros y de daños. No se denuncia muchas veces por miedo a represalias, o es un caso familiar y no quieres que le metan en la cárcel, porque es tu hijo.

¿La palabra criminal qué le dice?

A mí no me gusta, me parece que es muy estigmatizadora. Incluso delincuente. Las personas que han cometido un delito pueden cambiar y son muchas más cosas. Si nosotros las encapsulamos y creemos que son diferentes; si creemos que podemos dividir el mundo en personas delincuentes y no delincuentes, eso crea mucho estigma y ese estigma hace que esas personas continúen con sus carreras delictivas.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

Es muy importante entender esto: las víctimas piden que no suceda nunca más, ni a mí, ni a otra. Y para que no le vuelva a pasar a otra persona, tenemos que invertir en programas de tratamiento y necesitamos evaluaciones que nos digan que estamos haciendo bien y qué se puede mejorar. Es una cuestión incluso propiamente egoísta.

En el Simposium de Donostia inciden en la victimización en un mundo digital. ¿Por qué y qué es eso?

Las sociedades sí que tenemos un riesgo. Nuestro mundo ha cambiado. Eso sí que creo que no nos damos cuenta. Está cambiando geopolíticamente ahora con la guerra de Ucrania, pero el mundo digital nos ha cambiado. Lo que nos dicen los expertos, los neurocientíficos, es que el mundo digital nos ha creado un problema de empatía que se ha acentuado con la pandemia. Somos seres sociales que necesitamos el cara a cara, y hay muchos jóvenes con problemas de ansiedad, de depresión, que se han visto acentuado con la pandemia.

Y sin pandemia, por un uso problemático de determinadas tecnologías y falta de contacto social.

Hay muchos estudios que señalan que el uso de las redes sociales está generando un problema de atención y de empatía, y luego hay un problema: en las redes sociales circulan una serie de imágenes que nos hacen banalizar la violencia.

¿Qué delitos le preocupan más?

No nos olvidamos de eso y que los delitos que producen más dañosidad social, a lo mejor no son los que están actualmente que producen que haya personas en prisión, sino que hay otros comportamientos que son muy gravosos y en los que nos estamos jugando la supervivencia, ya como humanidad, que puede ser el ecocidio.

¿Una última reflexión?

Es muy importante entender que la sociedad tiene los delitos que produce la sociedad. Yo creo que el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. No existen grandes monstruos; lo que veo son procesos de deshumanización y de desvinculación moral selectiva, porque tú puedes ser un perfecto padre y hacer cosas terribles, no con tus hijos, pero sí con otros. O ser un perfecto profesional y abusar de tu hijo. La posibilidad de prevenir el delito es más compleja. No podemos poner un policía al lado de cada persona, pero que las sociedades no respondan a lo que sabemos que es una injusticia, con algún tipo de respuesta, por insuficiente y limitada que sea, eso me parece de una crueldad y una indiferencia terrible. La sociedad debe responder.