- Así como hay quien da el salto de la política a las grandes eléctricas, también hay quien transiciona a las cooperativas que promueven las energías renovables y el autoconsumo. Dentro de las jornadas Creando comunidades energéticas, organizadas por la Diputación, el exparlamentario de EA, Rafael Larreina, cuenta a NOTICIAS DE GIPUZKOA las claves para poder entender el funcionamiento de estos proyectos energéticos que van cogiendo fuerza.

¿Qué es una comunidad energética?

-Es un grupo de personas, pymes o incluso instituciones locales, que se juntan para generar electricidad, consumirla y decidir sobre ella. La base fundamental es el autoconsumo; deben tener un funcionamiento democrático, o sea, son todos iguales, independientemente de su consumo y de si son una institución, una pyme o una persona. Por otro lado, no deben tener una finalidad de especulación financiera; su objetivo no tiene que ser vender electricidad y ganar dinero, sino consumir la que generan.

¿Cómo se crea una comunidad energética? ¿Cuál es el primer paso?

-El primer paso es siempre información; es lo que llamamos dinamización social. Conocer en qué consiste, conocer cómo se hace, las repercusiones que tiene y todos los aspectos. ¿Cómo suele empezar esa fase? Por lo que nosotros denominamos el grupo tractor, que es un grupo de personas que está concienciada con el tema, que le gusta la idea y que quiere proponerla a su alrededor. Suele haber reuniones de información y a partir de ahí, la gente toma la decisión de formar parte o no.

¿Y cuáles son los siguientes pasos?

-El siguiente paso es ya constituirse; se hace el acta de constitución de la comunidad energética, que es una asamblea en la que se decide una junta rectora. El tercer paso sería el estudio de los consumos de cada componente de esa comunidad energética durante las horas de sol. Porque el objetivo no es poner placas a tutiplén, sino que es poner justo las que se necesitan. Entonces ya el siguiente paso es buscar el lugar donde se instalen y hay que tener en cuenta el tema medio ambiental y de sostenibilidad espacial y económica. Por eso, en principio, las comunidades energéticas son pequeñas.

¿Hay un mínimo de integrantes?

-Para ser comunidad, por lo menos tienen que ser dos. Pero lo normal es que a partir de seis, siete, ocho, diez personas, ya compense hacerla. El número máximo está limitado por la capacidad. No se pueden generar más de 100 kilovatios (kW) punta; el máximo es la gente que pueda entrar, con su consumo, en ese espacio.

¿Todas las personas tienen que ser del mismo edificio?

-No. El Decreto de Autoconsumo dice que se tiene que cumplir uno de los siguientes tres requisitos. O bien que dependan del mismo transformador, o bien que estén en un radio de 500 metros del contador de la instalación generadora o bien que formen parte de la misma demarcación catastral. Una de las tres. Son limitaciones que se han puesto, yo creo, por la influencia de las empresas. Porque en Francia, por ejemplo, la distancia es entre 1.500 y 3.000 metros y no hay limitación tampoco en ciclo de kW punta.

¿Qué tipo de instalación requiere, dónde se realiza y quién la hace?

-La tecnología que hoy por hoy compensa es la fotovoltaica. Las placas y el conversor son los dos elementos básicos de una comunidad energética. El soporte puede ser un tejado, el suelo o, como algunas de las que están haciendo, en zonas que prevén para aparcamiento, una especie de pérgola, que se pueden meter los coches debajo en batería y encima están las placas fotovoltaicas. Hay distintos sistemas. Y para la instalación, se busca un instalador del entorno, privado.

¿Qué inversión hay que hacer al principio? ¿Hay ayudas?

-Se suele decir que es, más o menos 1.000 euros por kW. Normalmente suele ser un kW en consumidores urbanos, así que el de una familia media, se puede calcular en 1.000 euros. Las subvenciones, ahora mismo, en la CAV, son las que acaba de publicar el Ente Vasco de Energía (EVE) el 1 de octubre, que se pueden solicitar a partir del mes de noviembre. Hay una subvención de gasto al 45% de la instalación.

¿Cuáles son las ventajas?

-Desde el punto de vista medio ambiental, es energía renovable, dejar de verter a la atmósfera toneladas de CO2. Por ejemplo, la comunidad energética Lasierra, situada en Álava y que está formada de 12 contadores, deja de emitir a la atmósfera 12 toneladas de CO2 al año. Eso es el CO2 que tardaría un bosque de 108 hayas en absorber durante 80 años. Y también la ventaja económica, con un ahorro en la factura. En las comunidades que están en marcha, el ahorro global del conjunto de cada una, con la suma de las facturas de todos del año anterior y de este año, está entre el 50 y el 55%. .

¿Hay alguna parte menos positiva?

-En principio, no le veo desventajas. Tiene todo lo que es la gestión, la administración del día después, la gobernanza. Pero nosotros lo vemos más como ventaja, porque, de hecho, está generando cambios en las relaciones dentro de las comunidades. En uno de los pueblos donde había cierto tensionamiento en las relaciones, a raíz de esto, se ha suavizado.

¿Por qué hay comunidades que establecen un precio al kW?

-Teóricamente, cuando se pone una placa, digamos, se está comprando la electricidad que genera esa placa en los próximos 25 años. Pero es lógico ponerle precio, por dos razones. Una, para ser más consciente del consumo, que lleva también a modificar los hábitos. Dos, para abordar la amortización; se tienen unos fondos para tomar decisiones sobre la propia instalación, para amortizarla. También hay que tener en cuenta el mantenimiento, que en el fotovoltaico es mínimo, pero es un costo. Y se puede tener un seguro. Cada comunidad decide, pero son temas que nosotros sugerimos que se tengan en cuenta, a la hora de fijar el precio. Por último, algunas comunidades están haciendo otras finalidades sociales; una beca de transporte, regalar una parte de las fiestas o una especie de bono social, por si alguien se queda en una situación económica complicada, poder pagarle la luz.

Cuando se empieza a funcionar como comunidad energética, ¿se deja de pagar a las eléctricas?

-Se sigue pagando el consumo de red; por la noche, no se tiene electricidad. Sí, se sigue pagando. Pero es una forma de rescatar la electricidad. He rescatado un 40%, lo has quitado del control de las grandes empresas y lo gestionas tú. Es un tema importante. Las baterías todavía no compensan, porque son muy caras y tienen también problemas de residuos medioambientales. Igual, dentro de cinco años, ha madurado la tecnología y sí.