- La Conferencia Episcopal Española ha celebrado la primera jornada de estudio con los responsables de las oficinas antipederastia de todo el Estado. En el seno de la comisión no se ha contado con una sola asociación de víctimas.

¿No es miope una comisión con un tratamiento exclusivamente jurídico?

-Es importantísimo incluir a profesionales con formación en victimología y también, por supuesto, a víctimas. Como dice el filósofo Reyes Mate, son las víctimas quienes iluminan esos ángulos ciegos que los demás no somos capaces de ver por muy evidentes que sean. Ocurre lo mismo con las víctimas de violencia de género. Me gusta mucho lo que dijo una de ellas: es un secreto a voces. Es así. Es una realidad que siempre ha estado ahí y que no hemos sabido ver. Muchas víctimas de abusos sexuales en la Iglesia revelaron estos hechos, nos dijeron que estaban ahí, pero no se ha problematizado hasta tiempos muy recientes. La pregunta es por qué. Y no hay un ánimo anticlerical. Se trata de ayudar a unas víctimas que todavía siguen sufriendo un daño tremendo.

¿Pero cómo reparar el daño causado después de tanto tiempo?

-No se puede por la vía penal cuando el delito está prescrito, pero sí se podría seguir una línea parecida a la de la Fiscalía española con la memoria histórica. ¿Por qué no desarrollar aquí también programas específicos de justicia restaurativa con hechos prescritos? Qué mala respuesta es decirle a la víctima que su caso ya no tiene nada que ver con la Administración de justicia porque no se ha podido detener a nadie ni investigar.

Es como una doble condena...

-Sí, es muy difícil que la víctima pueda entenderlo. De ahí que se hayan aprobado leyes como la James Rhodes, el pianista británico residente en España desde 2017 que sufrió abusos sexuales de pequeño. Se trata de una ley de protección de la infancia y la adolescencia frente a la violencia. Una ley que ahonda en la idea de que los plazos de prescripción sean más amplios.

Un debate, en todo caso, abierto...

-Sí, por un lado están los juristas que advierten de la dificultad que puede suponer juzgar un caso de hace muchos años al no hallarse pruebas. Las víctimas no lo entienden. Hay que hacer pedagogía y ofrecer algo alternativo. La sociedad tiene un deber ético de respuesta y reparación, pero sin dividir el mundo entre buenos y malos. Eso no hace más que favorecer la polarización y la confrontación. Tampoco se puede estar a la defensiva. Creo que hay que dejarse herir por las palabras de las víctimas. En un encuentro que mantuvimos con representantes de la Iglesia de Holanda e Irlanda reconocían que hasta que no las escucharon no se dieron cuenta de la dimensión de lo ocurrido. Aquí, por el momento, la respuesta que han obtenido las víctimas es insuficiente. Así nos lo trasladaron las 60 personas a las que entrevistamos.

Que no serán más que la punta del iceberg...

-Sí, desde luego. Es lo que denominamos en criminología la cifra negra, la victimización oculta. Es muy complicado saber lo ocurrido. Se necesitan más recursos y medios. Nuestro estudio se prolongó durante tres años y medio y tuvimos unos fondos bastante escasos. En todo caso, ha sido la primera vez que se han dado fondos públicos para un proyecto de estas características. Se necesita la colaboración de la Iglesia. Ahora bien, sin ella, el estudio ha conseguido finalmente indagar en esa victimización oculta.

El papa habla estos días del deseo de “un cambio real y fiable”.

-La Iglesia debe enfrentarse a sus miedos. Cosas más difíciles ha hecho la propia institución. Como ha dicho algún experto, puede ser la oportunidad de regeneración. Se ha hecho poco, pero creo que estamos a las puertas de ver cosas muy luminosas. Dentro de la Iglesia también hay personas con un gran coraje institucional y personal que están impulsando programas de justicia restaurativa y de respuesta a las víctimas.

¿Ustedes van a seguir investigando? ¿Darán continuidad al estudio presentado en junio?

-Sí, el año que viene el Kursaal de Donostia acogerá un congreso en el que participarán expertos internacionales sobre abusos. La cita es en junio, y el encuentro supone la continuación del que tuvo lugar en 2014 en Oñati, del Instituto Internacional de Sociología Jurídica. Habrá representación de colegas extranjeros de los cinco continentes. Volveremos a reunirnos en el simposiun internacional de Victimología. Vamos a hablar de diferentes delitos y victimización, pero hay un seminario específico sobre esta cuestión.

“La sociedad tiene un deber ético de respuesta y reparación, pero sin dividir el mundo entre buenos y malos”

“Qué mala respuesta es para la víctima decir que su caso no tiene nada que ver con la Administración porque no se ha podido investigar”