Sin perder su esencia, el Corpus Christi conjugó ayer en Oñati tradición, religiosidad y folclore en una versión más sencilla y reducida, que por segundo año consecutivo no discurrió a ritmo de procesión. La celebración se concentró al mediodía en la parroquia con aforo controlado a la misa (se repartieron 300 pases), en la que, junto a los miembros de la cofradía del Santísimo Sacramento y el coro, participaron los y las dantzaris de Oñatz. Tras un paréntesis de un año, un elemento clave y distintivo del Corpus oñatiarra, los bailes volvieron a la calle. El repicar de las castañuelas en las manos de los dantzaris marcó el compás en la parroquia y por la tarde, también con aforo limitado, en el frontón de la Plaza.