o es normal que un Trabajo de Fin de Grado (TFG) se haga realidad al poco de ser presentado en la Universidad. Y mucho menos que la estudiante que lo ha llevado a cabo sea parte fundamental de toda la investigación, pero la situación lo requería: "La gente no es consciente de dónde empieza el mar. Todo lo que va al suelo, sea en una ciudad, en Idiazabal o en el Aizkorri, acaba en el mar". Por ello, el Departamento de Medio Ambiente de la Diputación ha apoyado con una beca el proyecto universitario de la joven Iune Dorronsoro, gracias al cual se han analizado los residuos que acaban en nuestras costas a través de varios puntos de vertido en el barrio irunés de Behobia.

Entre el 70 y el 80% de los residuos del mar llegan de las ciudades. Cigarrillos, plásticos, trozos de metal, poliespán y hasta mascarillas; todo lo que se echa al suelo, tarde o temprano, es arrastrado por el alcantarillado hasta nuestras costas. Y lo hace, además, sin que la gente sea consciente de ello. "Se piensan que fruto de la magia desaparece todo, cuando el alcantarillado es una tubería abierta. Estamos vertiendo alrededor de los ríos todo lo que dejamos en el suelo", cuenta la profesora del Departamento de Ingeniería Química y del Medio Ambiente de la Escuela de Ingeniería de Gipuzkoa de la UPV/EHU, Cristina Peña, quien se ha encargado de liderar el proyecto de Dorronsoro.

En la actualidad, las aguas que se vierten al mar se tratan a través de dos vías. Por un lado, lo que llega desde las viviendas se depura previamente evitando que el material que se echa por el retrete o el fregadero acabe en el fondo del océano. En cambio, las del alcantarillado van directamente a los ríos, sin nada que haga de cortafuegos. Así, un simple manguerazo de un operario de limpieza o la misma lluvia arrastran la porquería por los conductos de saneamiento.

La por entonces estudiante de Ingeniería Civil quiso indagar más en este tema para su TFG y presentó un proyecto para conocer qué residuos urbanos viajan por el alcantarillado. La Diputación se interesó por el tema, apoyó a Dorronsoro con una beca, y gracias a la ayuda de Aguas de Txingudi, se ha hecho realidad. Como muestreo se ha seleccionado el barrio de Behobia, en Irun, donde se han instalado varias redes en diferentes puntos de vertido. Antes de la pandemia se llevaron a cabo cinco sondeos (cada uno recogiendo los residuos de los últimos quince días) y el resultado no pudo ser más llamativo: 489 cigarrillos, 263 plásticos y trece trozos de material.

"No nos sorprendió lo que nos encontramos, pero sí la cantidad", señalan la profesora y su exalumna que ven en las colillas uno de los grandes problemas, ya que la ciudadanía "piensa que por tirarlas al suelo no pasa nada, pero prácticamente todas son arrastradas al mar".

Pero no solo las colillas, cualquier papel o plástico, los chicles o incluso las mascarillas -aunque en menor medida porque por su tamaño "tienen difícil colarse por las rendijas"- pasan a convivir con los peces y las algas. Hasta diferentes residuos de obras como el poliespán que se usa para la transformación energética de los edificios y bolitas de materia prima que se acumulan en la industria plástica.

De TFG a artículo científico

"Lo que se hace en la Universidad sí que llega a la sociedad"

Acabar con esta lacra es tarea de todos y así lo refleja un vídeo que han creado en el que se explica la iniciativa y la importancia de estar concienciados. A día de hoy, transformar todas las redes de alcantarillado de aguas fluviales sería "una inversión económica imposible de realizar", por lo que todo pasa porque la sociedad sea consciente de que el mar no empieza en la costa, sino en cualquier alcantarilla.

"A la mayoría no se le pasa por la cabeza tirar plástico o basura en la playa, pero no tienen problemas en hacerlo en la calle cuando el resultado al final es el mismo", apunta Dorronsoro, que apela a iniciativas de diferentes ayuntamientos como el de Zarautz o el de varias localidades de Iparralde, en los que se han decorado las alcantarillas con el mensaje El mar empieza aquí.

Porque esta porquería no son solo es un problema de contaminación marítima, lo es también para las propias urbes. En Behobia, por ejemplo, unas claquetas impiden que el barrio se inunde cuando sube la marea. "Cuando se van amontonando los residuos allí, dejan de funcionar y el sistema se bloquea", advierte la autora del proyecto, apuntando que en esas ocasiones los operarios de Aguas de Txingudi deben desatascar el tapón.

El proyecto a día de hoy continúa y se han realizado seis nuevos muestreos desde que se inició la pandemia hace poco más de un año. Una vez se tengan todos los resultados, será el turno de analizarlos y proponer las mejores soluciones al problema en un artículo científico. De este modo, lo que en un principio iba a ser simplemente un Trabajo de Fin de Grado podrá ser leído por los expertos más avanzados en la materia.

"Poder haber contado con la beca y participar en los muestreos es una suerte increíble. Ha sido una gran experiencia", cuenta la recién graduada, mientras su antigua profesora confía en que iniciativas como estas ayuden a fulminar con la idea de que "lo que se hace en la Universidad no llega nunca a la sociedad".

Cigarrillos: 489

Plásticos: 263

Trozos de metal: 13

*También se han encontrado residuos de obras como el poliespán que se usa para la transformación energética de los edificios y bolitas de materia prima de la industria plástica.

70-80%

Entre el 70 y el 80% de los residuos que se encuentran en el mar tienen su origen en las urbes. Las lluvias o la mano del hombre, como por ejemplo tras un manguerazo de un operario de limpieza, envían la basura al alcantarillado.

"La gente no es consciente de dónde empieza el mar. Lo que va al suelo, acaba en el agua"

Profesora Ingeniería Química de la UPV

"La mayoría no tira basura en la playa, pero sí en la calle, cuando el resultado es el mismo"

Ingeniera civil y autora de la iniciativa