ecía D. Manuel Azaña que, si habláramos solo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar.

Pensar en la dejación de funciones -espantada en el argot taurino- que ha protagonizado el presidente Sánchez con la suspensión del estado de alarma, pasando los muertos, nunca mejor dicho, a las comunidades autónomas y, en última instancia, a la judicatura, por arte de birlibirloque. O en la injustificada euforia desatada en los medios y en parte de la sociedad, como si ya hubiéramos vencido al virus. Y en los motivos por los que, en más de un año de pandemia, el Gobierno Vasco, con su LABI incluido, no haya propuesto -ni la oposición exigido- al Parlamento Vasco una ley de pandemias, como se lamentaba recientemente el jefe de la UCI del Hospital Donostia. Una ley que, quizás, hubiera podido evitar contagios y muertes, a los que habrá que añadir los que se produzcan a partir del pasado 9 de mayo. Pensar también en las verdaderas razones que se esconden detrás de la campaña de desprestigio contra la vacuna europea AstraZeneca, aprobada por la EMA y, por lo tanto, suficientemente segura -ninguna lo es al 100%-. Una vacuna ahora objeto de un supuesto estudio utilizando a cerca de dos millones de funcionarios -siervos- públicos, como cobayas, sin su consentimiento, que concluirá a finales de este mes recomendando les administren la segunda dosis de Pfizer en lugar de la AstraZeneca que les correspondería hace semanas porque, entre otras razones, no van a renovar el contrato de suministro con el laboratorio británico.

La falta de comunicación, desde el inicio de la pandemia, va acompañada de un exceso de información inadecuada -ruido de fondo-, eso que llaman "transparencia informativa", que permite, entre otras cosas, que la ciudadanía se decante por una u otra vacuna, como si de ginebras para el gin tonic se trataran. Padecí un debate académico en la cola de la pescadería en el que una investigadora recomendaba tomar un paracetamol previo a la inoculación para evitar los posibles efectos secundarios, mientras que otra catedrática disertaba sobre la vacuna "mala" y la "buena", recomendando, ante el supuesto de que a una persona fueran a administrarle la de AstraZeneca, que se negara, ejerciendo su derecho y dejando pasar el turno hasta que le ofrecieran Pfizer, en la línea de lo que afirmaba recientemente Tamara Falcó, uno de los más preclaros referentes intelectuales del Madrid libertario de Ayuso, en el programa televisivo con el que colabora, decantándose por la vacuna de la firts class. No intervine, por no tener el nivel exigido en el debate y por estar más preocupado de quedarme sin los txipirones. En Cataluña, se estima que un 25% del grupo de edad entre 60-69 años rechaza AstraZeneca, ajenos a ser una población de alto riesgo. En la UCI la edad media ahora es de 63,3 años. Con los esfuerzos que viene dedicando la ciencia a las vacunas, todavía se le resisten algunas, como la del sida, el ébola o la de la estupidez humana. Hablar por no callar. Mejor silencio para pensar.

Algún medio agobia al público preguntándose si en verano nos podremos quitar las mascarillas en la vía pública o en la playa, y esgrimen el ejemplo de Israel, donde gozan unos niveles de libertad, casi como los de Madrid. También puedes tomar unas cañas con tu gente, aunque, al contrario que en la capital, puedes toparte con tu ex en el Muro de las Lamentaciones. Es necesario recordar que en Israel está vacunado más del 60% de la población, lo que supone una importante inmunidad de rebaño, que no la óptima, que debería rondar o superar el 80%, a tenor de las variantes, mientras que en Euskadi todavía estamos lejos de esas cifras. Ya llegaremos. Entonces, quizás en septiembre, podríamos replantearnos la oportunidad de prescindir de la molesta prenda en determinadas ocasiones.

Precisamente, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos ha publicado unas instrucciones respecto al uso de la mascarilla, ahora que más de la mitad de los estadounidenses han recibido, al menos, una dosis de la vacuna y más de un tercio han completado la pauta. No la consideran imprescindible, se esté vacunado o no, al caminar, correr o ir en bicicleta en solitario, o con miembros del mismo núcleo de convivencia. También se descarta en pequeñas reuniones al aire libre entre personas con la pauta completa, siempre que hayan transcurrido dos semanas desde el segundo pinchazo o el único en caso de la Janssen. Otra cosa es que en los mencionados supuestos concurran personas vacunadas y no vacunadas. En este caso, los no vacunados deben portar la mascarilla, por discriminatorio que pudiera parecer a algunos bienpensantes, al igual que en restaurantes o terrazas. Sin embargo, la CDC recomienda el uso de mascarilla también a los vacunados, en aglomeraciones, eventos muy concurridos, conciertos, acontecimientos deportivos y en lugares públicos cerrados, gimnasios, peluquerías, cines, iglesias, centros comerciales que, para los no vacunados se siguen considerando de alto riesgo. Vamos, sentido común, dado que el 90% de los contagios se producen en lugares cerrados y con mucho público, aunque los hosteleros lo nieguen, claro.

El Consejo Superior de Deportes quiere la presencia del público en las gradas en las dos últimas jornadas de la liga. No es descabellada la pretensión, aplicando las conclusiones obtenidas en el concierto-ensayo de Love of Lesbian celebrado el pasado 27 de marzo en Barcelona. Cribado con test rápido de antígenos de SARS-CoV-2 a los asistentes por la mañana. Durante el partido, obligatorio el uso de mascarilla facial FFP2. Gestión del flujo de personas dentro del recinto, zona de WC y bares, y el público distribuido en zonas separadas y no comunicadas.Hoy domingo, ensalada de tomate de invernadero guetariano con bonito y espárragos de Olite. Txipirones Pelayo. Fresas con zumo de naranja.The Glenrothes 10 años, con aromas de vainilla, mantecada y limón.

Quizás en septiembre, podríamos replantearnos la oportunidad de prescindir de la mascarilla