na de las cuestiones que asoman en este trabajo es la “respuesta pobre” que los jóvenes, aquejados por una situación de incertidumbre y falta de libertad como consecuencia de la pandemia, han ofrecido cuando se les ha pedido realizar propuestas para mejorar los efectos negativos en su grupo de edad, o cuando se les sugiere “que expresen lo que quieran libremente”.

Lo explica Meskal Ros. “Durante un gran periodo de la infancia no les preguntamos nada y al principio de adolescencia, tampoco”. Es después “cuando les empezamos a preguntar de todo, qué quieren estudiar, qué hacen... Es algo que hay que alimentar mucho antes, porque hay mucho direccionismo en esta sociedad y no creen que una respuesta suya pueda valer”, subraya.

Del Solar lo corrobora. Es fundamental darles voz. “Siempre en los grupos de padres y madres insistimos en que se establezcan pequeñas tertulias en casa. Niños y niñas dentro de su edad saben lo que quiere, nos dan orientaciones, pistas”.

“También a nivel educativo todo es muy directivo y hay pocos espacio para que saquen de dentro para fuera lo que llevan”, añade. Y en situaciones como esta se evidencia que no se han trabajado lo suficiente “los recursos internos”.

“La adolescencia es un momento de reestructuración importante y si se crean espacios que faciliten esa comunicación, seguro que salen propuestas. Tienen que creer en el adulto con el que están, saber que sus propuestas se atienden”, apostilla Ros.

Este parón obligado por la pandemia puede servir también para favorecer el diálogo, hay más tiempo para hablar y para escuchar. Una propuesta de los expertos: “Es un buen momento para que padres y madres hablen de su adolescencia, de cómo la vivieron, de las dificultades que afrontaron. También para hablar con la familia extensa, de lo que vivieron en otras épocas, para que así puedan relativizar. Aunque están muy jodidos, y así lo sienten, puede servirles para darse cuenta de que también los demás tuvieron muchas dificultades”.

“Lo primero es escucharles y luego hablar de lo que sentimos, compartir”, abundan Ros y del Solar.

De esto se puede aprender, los adultos pueden trabajar la comunicación “regulando” la distancia, respetando “su espacio y su intimidad” pero “estando disponibles y creando un ambiente con menos enjuiciamientos”, generando momentos de diálogo. “Podemos empezar por contar cómo nos ha ido el día y crear un ambiente de comunicación que no nazca del control, de ese preguntar insistentemente”, destacan.

También queda mucho por hacer en el ámbito educativo, aunque creen que con las limitaciones “y los pocos medios” de los que disponen los docentes, quizá será mejor esperar a que pase este tsunami que todo lo ha alterado. “Es importante general espacios para que los adolescentes puedan expresarse fuera de lo estrictamente académico”.