- Muchas son las consecuencias, las huellas que está dejando tras de sí esta pandemia y algunas de ellas todavía están por ver. Las personas más jóvenes están sufriendo de forma muy especial, precisamente por su edad, una coacción de la libertad que ha llegado como una tormenta, de forma inesperada.

Meskal Ros es psicóloga y trabaja con adolescentes en el ámbito terapéutico y creativo y Aurora del Solar es psicoterapeuta que principalmente trabaja en el ámbito terapéutico de adultos y prevención. Ambas, junto al también terapeuta Óscar Chans y la psicóloga especializada en el ámbito educativo Vicky López, han realizado un completo trabajo de recopilación de información, tras el envío y recepción de cientos de cuestionarios y el procesado en profundidad de las respuestas de parte de los mismos, sobre cómo están viviendo los jóvenes esta pandemia.

No son sentimientos monolíticos, porque las vivencias dependen de muchos aspectos, desde el bagaje de cada individuo a su edad o género.

Hay una idea clave que si siempre es de obligada aplicación más lo es en época de covid: hay que escuchar a los jóvenes y desde un inicio, desde que son niños, los adultos tenemos que comprometernos con esa escucha, hacerles entender que lo que piensan, lo que dicen, importa.

Pero si algo sienten, así lo indican en sus respuestas es que esta pandemia “les está jodiendo a ellos más que a nadie” y les enfada, “les duele un montón”, que les culpabilicen de actitudes poco respetuosas cuando, en la mayor parte de los casos, aseguran, intentan cumplir las normas. Conocen y respetan, aunque reconocen que hacen excepciones, los protocolos, y se muestran muy molestos con los adultos que no lo hacen.

Este equipo de profesionales vinculados a La Akademia han escuchado lo que les han dicho los más jóvenes, cuya reacción varía según la edad. En el trabajo se han considerado tres franjas de edad: de 12 a 15 años, de 16 a 18 y de 19 a 25, aunque, explica del Solar, entre los más jóvenes se han constatado diferencias claras.

Lo apunta Ros. En las edades más tempranas, 12-13 años, “no habían tenido oportunidad ni de salir cuando llegó el covid”. “Los más púberes se muestran más apaciguados, se quejan menos, están en el refugio de la familia y no dicen que echan falta las fiestas”. Ya después, con 14-15, “comienza a aparecer la rabia, la tristeza” y se aprecian más síntomas emocionales, “se quejan de tensión, de saturación”, explican. A partir de los 18 o 19 años los jóvenes muestran “tristeza, impotencia, ansiedad, agotamiento mental” y el cumplimiento de las normas, aseguran, “les está generando bastante tensión”, en especial acatar normas como tener que elegir el grupo de amistades con quienes estar. También sienten impotencia al “no poder conocer gente nueva” .

Además, esa elección de un grupo o que se le elija para estar en el mismo “pone en conflicto las lealtades internas” en dicho grupo, que puede generar conflictos.

A los más mayores “les fastidia mucho la falta de libertad, el no poder hacer planes, no poder viajar o hacer escapadas. Hablan más de fiesta y del ocio y están preocupados por la universidad, porque no les son suficientes las clases online y prefieren las presenciales. También echan de menos a la pareja”.

Cuando se les ha preguntado sobre qué medidas restrictivas de la pandemia les han afectado más, destacan la de limitación a cuatro personas por grupo, seguida por poder estar con algunos familiares, “es frecuente que te digan que echan en falta especialmente a la amona”, el uso de mascarilla, el toque de queda, el cierre perimetral y no tener clases presenciales.

A todo esto hay que sumar la incertidumbre sobre el tiempo que aún queda por delante para volver a la normalidad, “entendiendo que la percepción del tiempo en los jóvenes es diferente a la de los adultos”.

Todos este cúmulo de sensaciones provoca, en ocasiones, “somatizaciones”, como problemas al dormir, dolores de cabeza e incluso dificultades al respirar.

Muy en contra de lo que muchas veces se les achaca, algunos de los jóvenes encuestados manifestaron estar tristes por ver “a sus padres y madres preocupados”. “La familia, contrariamente a lo que parece, la mencionan muchas veces como lugar de refugio y de ayuda”.

En las respuestas hay diferencias entre lo que responden chicas y chicos, sobre todo en la franja de 15 a 18 años. “Las chicas hablan más de lo educativo, les preocupan los estudios, tienen más recursos para expresarse matizando sus sensaciones emocionales y dan más propuestas cuando se lo pedimos”, explican Ros y del Solar. “Los chicos se enfocan más en la tecnología o el deporte como ayudas, como gestión. No ponen nombre a lo que sienten y sus respuestas son bien, mal, nada ”.

“Observamos poca movilización de recursos expresivos y creativos propios, habilidades que se podrían reforzar”, señala el grupo de expertos.

A la pregunta sobre qué les ayuda a llevarlo mejor, “hay bastantes respuestas expresando que nada les está ayudando. Pero esto lo dicen sobre todo los chicos, las chicas muestran más habilidades emocionales o cognitivas, se apuntan a vídeo llamadas, leen...”. “Los chicos tienen más herramientas vinculadas con salir fuera o con el deporte y en eso hay más limitaciones”.

Entre las propuestas que hacen se halla realizar “reuniones online” para abrir su círculo y compartir vivencias. También les ayuda el contacto con la naturaleza, el deporte, la familia, la pareja y las amistades.

“Hemos observado que si tuvieran más desarrolladas las habilidades creativas para expresar lo que sienten, por ejemplo, escribiendo, les ayudaría mucho en la gestión emocional. Pero los jóvenes viven mucho en la relación”, apuntan las expertas.

Solo en dos casos han hecho referencia los jóvenes al acompañamiento terapéutico o el coaching como herramienta que pudiera ayudarles.

A la pregunta de cómo llevan los protocolos escolares, la mayor parte ha respondido que los llevan bien, aunque muchos aseguran preferir las clases presenciales, con todos los protocolos, a las online, que les resultan “más cansadas y difíciles”.

Entre las reflexiones planteadas por el grupo artífice del trabajo tiene un papel fundamental la ayuda que les pueden brindar los adultos. “Tenemos que plantearnos cómo apoyarles y reforzarles en esta gestión emocional, qué recursos facilitarles”, ya que “no les está resultando fácil la gestión emocional, en parte por una característica natural madurativa de la edad y en parte por la intensidad de esas respuestas emocionales como consecuencia de la pandemia”.

Lo que puede resultar curioso es que son pocos los jóvenes que han identificado la tecnología como ayuda en esta pandemia, quizás, señalan los expertos, “porque tienen estas herramientas tan incorporadas que ya ni las identifican como algo separado que usan más o menos en la actualidad”.

Este mayor uso de la tecnología, añaden, preocupa más a padres y madres, sobre todo de los más jóvenes, niños y niñas de 12-13 años. “En los grupos de padres se muestran preocupados porque si ya les costaba regular su uso antes, ahora se les ha ido de las manos con la pandemia”.

Quizás, plantean los expertos, este alejamiento obligado pueda servir para “valorar más lo presencial, la cercanía, para aprender a dejar el móvil para otro momento”.

ligar en tiempo de pandemia

¿Y el sexo? ¿Y las limitaciones para ligar? Pues afectan. “Contenidos, limitados y frustrados”, así se sienten. Lo que no ha salido en la encuesta es “por dónde habrán canalizado” esa necesidad: “No sale si han visto pornografía o si ha habido más autoerotismo. Eso no lo han contado con este cuestionario”.

“Frustración grande y brusca” a todos los niveles, a lo que contribuye que “permanezca en el tiempo” esa consideración del niño o la niña como centro de la casa. “Hay que respetar su desarrollo evolutivo. No somos partidarias de la frustración emocional, pero como hipótesis trabajamos que no ha habido frustración a nivel cultural o de consumo y ahora ha llegado de forma repentina”.

La huella que todo esto deje a futuro está por ver. “Son edades flexibles, creativas, están en pleno cambio. Los más flexibles y con buena base lo podrán integrar mejor y, quienes tengan algún punto más débil, lo pasarán peor”. “Dependerá de lo que se haga luego con esto. Creo que merece la pena que se generen foros o encuentros. Hay que elaborar para que no se enquiste y se integre como un aprendizaje hacia la maduración”, señala del Solar.

“Yo creo que olvidar no se va a olvidar, se verá si el poso es más o menos traumático. En la memoria les quedará, pero también a los adultos. Dependerá del joven, del adolescente y de las familias cómo sea ese poso”, concluye Ros.