oy es el Día Mundial de la Veterinaria. Los veterinarios somos esos héroes esenciales para la sociedad, silenciosos e ignorados, que trabajamos para garantizar la sanidad animal, evitando zoonosis, a veces pandemias, y controlando la higiene de los alimentos desde sus lugares de producción hasta la mesa del consumidor. La prevención y la salud pública son dos ámbitos discretos y poco agradecidos, cuya importancia sólo es percibida por la sociedad cuando fallan. Les recomiendo la película Una veterinaria en la Borgoña. Revela una serie de claves de gran interés. Y no digo más.

Todas las vacunas son buenas y seguras si están autorizadas por la Agencia Europea del Medicamento (EMA). Otra cosa es que sus laboratorios trabajen, mejor o peor, su imagen y propaganda. La mayoría de los países que suspendieron la administración de AstraZeneca a raíz de los 86 casos de trombos, 18 de ellos mortales en 26 millones de vacunas administradas, reanudaron su aplicación el 18 de marzo, informaba la revista Science, destacando que un grupo de investigadores dirigido por el doctor Andreas Greinacher, de la Universidad de Greifswald (Alemania), habían detectado el origen inmunológico del problema. Lo han bautizado con el nombre de Síndrome de Trombocitopenia Protrombótica Inmune Inducida por la Vacuna (Vipit), han establecido un tratamiento con un anticoagulante que no sea heparina y, recomiendan a la ciudadanía vacunarse sin temor.

El mayor causante de trombosis es el covid-19 en personas no vacunadas. También lo pueden causar los anticonceptivos orales, pero, teniendo en cuenta su golosa finalidad, se relativiza más el riesgo que asume la mujer. O los viajes largos en avión o autobús sin poder mover las piernas. Pero son situaciones anecdóticas si tenemos en cuenta el número de polvos, algunos memorables, o de viajeros por el mundo. Hay infinidad de ejemplos de efectos secundarios graves con medicamentos de los que tenemos en casa o situaciones peligrosas, como conducir una moto o una bicicleta, de manera que apelemos otra vez al sentido común, porque el riesgo de la vacuna es mínimo respecto a las ventajas en todos los grupos de edad.

En esta guerra política y comercial, que no técnica o científica, sólo se difunden profusamente los problemas que están dando las dos vacunas más europeas, AstraZeneca y Janssen. Pues bien, el riesgo de contraer una trombosis con Pfizer o Moderna es de cuatro vacunados por millón y de cinco con AstraZeneca, según un paper (estudio, no revisado por pares), del doctor Maxime Taquet y col. de la Universidad de Oxford.

Dejando de lado a los países pobres, que los chinos, que no son una ONG, ni se parecen a aquellos del Domund, se están encargando de vacunar para depredarles más si cabe, Europa sigue estando muy retrasada en la inoculación de vacunas, por diferentes motivos, entre los que destacan la nefasta negociación con las farmacéuticas y otro de fondo, que lastra la política europea “antipandemia” desde el principio: la politización de las vacunas.

Nos pasa a veces que, acostumbrados a cierta marca o establecimiento de confianza, si circunstancialmente no podemos acceder, optamos por otra similar u otro proveedor para satisfacer nuestra necesidad. En el zafarrancho antipandemia, deberíamos disponer de todas las posibilidades que nos ofrece el mercado para que no se resienta el ritmo de aplicación, lograr la inmunidad de rebaño y, sobre todo, lo más importante, salvar la hostelería, objetivo prioritario. Y entre esas posibilidades están la vacuna rusa SputnikSputnik, que es fiable y barata, y la china, la Sinopharm, con la garantía añadida de ser la inoculada en Emiratos Árabes al emérito y sus hijas, sin que se haya descrito efecto secundario alguno. Él sigue tan campechano como siempre, y ellas continúan en su línea habitual. Pero ambas vacunas tienen frente a sí un obstáculo insalvable: son productos del enemigo.

Aunque les ronden estraperlistas madrileños, andaluces y otros, la vacuna rusa no está autorizada en Europa. No la han sometido aún a la evaluación de la EMA, fuera de la oferta propagandística del zar Putin de hace unas semanas y, además, carecen de un socio europeo para su elaboración. Tampoco las autoridades comunitarias parecen mostrar un especial interés en aprobarla. Y es que, al margen de los discursos, la realidad nos dice que para los mandatarios europeos la vida es secundaria frente a la política. Se contabilizarán como daños colaterales. Somos gente de principios políticos neoliberales. Como muestra y dada la situación que atravesamos, parecería lógico que se eliminaran temporalmente las patentes para producir las vacunas, como han hecho India o Sudáfrica, pero la UE se comprometió a no entrar en ese procedimiento y no tiene intención de hacerlo, aunque esté facultada para ello. Es el mercado, amigo.

A ritmo de salsa y melodía que recuerda al compañero Carlos Puebla, cantor de la Revolución, que emocionará a los rojeras de edad provecta, anuncian la vacuna Soberana. Han desarrollado cinco prototipos con resultados esperanzadores, dice la propaganda, a pesar del bloqueo que padecen.

Otra curiosidad. El mecanismo de acción de AstraZeneca y Janssen es muy parecido al que usa la Sputnik, un vector viral, en concreto el adenovirus 26, modificado para ser inocuo, que produce la misma proteína de la espícula del virus SARS-COV-2 que activa las defensas. Se infiltran y alertan al organismo, con la particularidad de que la rusa activa dos adenovirus diferentes, el Ad26 en la primera dosis y el Ad5 en la segunda. Como en las pelis de espías, pero sin gabardina y sombrero. Nos retrotrae a la Guerra Fría.

Hoy domingo, alcachofas y espárragos de Olite, rodaballo al horno, patatitas panadera y tarta de queso. Sidra de Saizar. Un escocés The Glenrothes de diez años, a la espera de mi cita con el agente AstraZeneca, que no será en el berlinés Puente de Glienicke, sobre el río Havel, sino en la plaza de toros de Illunbe. Y olé.